El mayor obstáculo para llevar a cabo una política económica sólida no son los intereses ocultos ni los lobbies, sino las ideas popularmente erróneas, las creencias irracionales y los prejuicios del votante de a pie.
Ésta es la tesis que defiende Bryan Caplan en este libro provocador: si la democracia fracasa es precisamente porque se guía por lo que los ciudadanos quieren.
A través de un análisis del comportamiento electoral de los votantes y de sus opiniones sobre una serie de cuestiones económicas, sostiene que las personas que no cuentan con amplios conocimientos sobre la economía de un país adolecen de cuatro prejuicios predominantes: subestiman cómo funcionan los mercados, desconfían de los extranjeros, minusvaloran los beneficios de preservar la mano de obra y creen que la economía siempre va a peor.