LA ECONOMIA DEL ABSURDO

La borrachera financiera llegó a su fin con el estallido de la burbuja. Ahora, aturdidos por la resaca de la crisis, tratamos de afrontar un futuro que se presenta incierto. Retomarlo, dice Burgaya, pasa por recuperar nociones económicas y políticas que prioricen la redistribución, toda vez que, gracias a la tecnología, hemos alcanzado la suficiencia productiva y hemos superado los siglos de la escasez. Para que predomine la noción de equidad, es necesario recuperar comportamientos éticos y actitudes morales que han sido olvidadas, como también sería necesario un acuerdo global para hacer tributar el capital y los grandes movimientos financieros. La codicia no puede ser un valor socialmente aceptable, como no lo puede ser el derroche de recursos o el individualismo más extremo. La recuperación de la economía no puede fundamentarse en un continuo crecimiento del consumo. Debe abordar los costes reales de la producción asumiendo los costes medioambientales; debe aceptar una visión más inclusiva, donde el bienestar colectivo esté por encima del enriquecimiento individual; y debe reducir la adicción al sector financiero y devolver el ámbito de la toma de decisiones a la política. Sí, hay mucho trabajo por hacer, y La economía del absurdo es un buen sitio por el que comenzar. La economía se ha situado en el centro de nuestras vidas, ocupando prácticamente todo el espacio. La política, desplazada y reducida a mera retórica de la economía, ya es sólo la expresión de su incapacidad para administrar y mejorar el bienestar de las personas. El mercado ha diluido las ideologías, al tiempo que los sacerdotes del liberal-conservadurismo nos han prometido una apoteosis de riqueza en un mundo globalizado, sin fronteras y sin más reglas que la libre competencia. Pero algo no encaja. Cada vez se produce más, tenemos a nuestra disposición productos exageradamente baratos, pero nuestras rentas se reducen, el trabajo se vuelve escaso, perdemos seguridades y nos volvemos mucho más vulnerables. La crisis económica actual, el origen de la cual está en las prácticas oscuras de un sector financiero definitivamente independizado de cualquier control y desvinculado de la realidad, nos despertó de manera repentina y brutal del sueño en el que nos habíamos instalado plácidamente. Así arranca el análisis de Josep Burgaya, un ensayo lúcido y crítico sobre el mundo actual, en el que la falta de escrúpulos, la carencia del mínimo sentido moral y la codicia como valor supremo permiten explicar las prácticas que durante años se impusieron en el sector financiero, y que hincharon una burbuja especulativa que explotó y nos salpicó a todos en 2008. Ahora, el futuro pasa por romper con la economía del absurdo y devolver a los ciudadanos una economía basada en la justicia.
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La borrachera financiera llegó a su fin con el estallido de la burbuja. Ahora, aturdidos por la resaca de la crisis, tratamos de afrontar un futuro que se presenta incierto. Retomarlo, dice Burgaya, pasa por recuperar nociones económicas y políticas que prioricen la redistribución, toda vez que, gracias a la tecnología, hemos alcanzado la suficiencia productiva y hemos superado los siglos de la escasez. Para que predomine la noción de equidad, es necesario recuperar comportamientos éticos y actitudes morales que han sido olvidadas, como también sería necesario un acuerdo global para hacer tributar el capital y los grandes movimientos financieros. La codicia no puede ser un valor socialmente aceptable, como no lo puede ser el derroche de recursos o el individualismo más extremo. La recuperación de la economía no puede fundamentarse en un continuo crecimiento del consumo. Debe abordar los costes reales de la producción asumiendo los costes medioambientales; debe aceptar una visión más inclusiva, donde el bienestar colectivo esté por encima del enriquecimiento individual; y debe reducir la adicción al sector financiero y devolver el ámbito de la toma de decisiones a la política. Sí, hay mucho trabajo por hacer, y La economía del absurdo es un buen sitio por el que comenzar. La economía se ha situado en el centro de nuestras vidas, ocupando prácticamente todo el espacio. La política, desplazada y reducida a mera retórica de la economía, ya es sólo la expresión de su incapacidad para administrar y mejorar el bienestar de las personas. El mercado ha diluido las ideologías, al tiempo que los sacerdotes del liberal-conservadurismo nos han prometido una apoteosis de riqueza en un mundo globalizado, sin fronteras y sin más reglas que la libre competencia. Pero algo no encaja. Cada vez se produce más, tenemos a nuestra disposición productos exageradamente baratos, pero nuestras rentas se reducen, el trabajo se vuelve escaso, perdemos seguridades y nos volvemos mucho más vulnerables. La crisis económica actual, el origen de la cual está en las prácticas oscuras de un sector financiero definitivamente independizado de cualquier control y desvinculado de la realidad, nos despertó de manera repentina y brutal del sueño en el que nos habíamos instalado plácidamente. Así arranca el análisis de Josep Burgaya, un ensayo lúcido y crítico sobre el mundo actual, en el que la falta de escrúpulos, la carencia del mínimo sentido moral y la codicia como valor supremo permiten explicar las prácticas que durante años se impusieron en el sector financiero, y que hincharon una burbuja especulativa que explotó y nos salpicó a todos en 2008. Ahora, el futuro pasa por romper con la economía del absurdo y devolver a los ciudadanos una economía basada en la justicia.
Especificaciones de productos
Autor BURGAYA, JOSEP
Editora GESTION 2000
Encuadernado PASTA SUAVE
Páginas 303