Era evidente que este hombre necesitaba su delivery y que
para Julián el desempleo no era una opción. Días atrás, al
momento en que de nuevo había quedado sin trabajo, echó
mano a un par de tablas, serrucho, martillo y clavos y armó un
limpiabotas. Desde entonces, cada día viajó de San Cristóbal a
la Capital a limpiar zapatos. Precoz, como tantos de sus amigos
adolescentes, dividió su desafío en tres jornadas: en la primera
debía ganar lo suficiente para pagar el pasaje de ida y vuelta;
en la segunda, lo de comer, y, finalmente, algo para llevar a
casa, para ayudar a mamá que hace tiempo vive tan sola.
Agotado