En 1572, para superar una crisis de melancolía tras la muerte de su padre, Montaigne se retiró al castillo familiar con el fin de dedicarse al ocio, la lectura y la reflexión. Allí, en la torre de la biblioteca en cuyas vigas de madera hizo grabar sentencias latinas y griegas, escribió sobre temas tan diversos como los caballos de guerra y los caníbales, padres e hijos, la conciencia y la cobardía, la poesía y la política, el sexo y la religión, el amor y la amistad, el éxtasis y la experiencia, la tortura y la justicia, el destino y la realidad, los duelos y la brujería, la soledad y la muerte.
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