Cuando somos pequeños, todos aprendemos a usar nuestras lenguas maternas con éxito sin necesidad de un entrenamiento explícito: se trata de un proceso que empieza antes de nacer y que, aunque a los tres años ya muestra sus primeros frutos, aún prosigue durante mucho tiempo hasta que somos capaces de expresarnos con naturalidad y fluidez. Pero ¿cómo lo hacemos?
A lo largo de los últimos años, la neurociencia y la psicología han detectado una amplia gama de pequeñas evoluciones biológicas, cognitivas, pragmáticas y lingüísticas que acompañan al desarrollo del lenguaje.