¡Busco a Dios!, ¡Busco a Dios!, grita el hombre loco de Nietzsche y corre con una linterna en la mano a la luz del mediodía hacia el mercado. El clamor de este hombre, que busca a Dios y no sabe cómo encontrarlo, se extiende a lo largo de todos los siglos y aún hoy no deja de resonar.
Arropado por el avance vertiginoso de la ciencia y la tecnología, el mundo se ha tornado opaco, haciendo que cada día más personas duden de la existencia de Dios y no puedan ver su presencia. Al mismo tiempo, el anhelo insaciable del ser humano, su pregunta por el sentido del todo, la búsqueda del bien, de la justicia y de la felicidad lo refieren a algo más allá del mundo.
En Buscando a Dios, se recogen 30 muestras o piezas de esta búsqueda que ha marcado a la humanidad desde la antigüedad hasta nuestros días. El argumento cosmológico, el Big Bang, la evolución, la belleza y el sentido son algunos de los temas; pero, al final, no nos queda más remedio que bajar la mirada para vislumbrar el rostro divino en los rostros humanos, especialmente en los rostros humillados y desfigurados.
Es imposible alcanzar a Dios. Solo podemos ser alcanzados por su discreta presencia. Hemos llegado así al umbral de la fe cristiana, que nos habla de un Dios que nunca se cansa de buscarnos.
Agotado