ESTILO RICO, ESTILO POBRE
¿Son los sinónimos la panacea del buen estilo? Tratando de lograr cierta intensidad ¿no caemos en ocasiones en la redundancia? ¿El miedo a las palabras «vulgares» nos condena a una cómica pretensión de estilo «elevado»?
Es indudable que a la hora de expresarnos formalmente todos procuramos hacerlo bien, y que tenemos en la cabeza una serie de consignas sobre qué significa eso. Estilo rico, estilo pobre —publicado originalmente en 2015 y que ahora se presenta en una edición revisada y ampliada— plantea hasta qué punto están bien encaminadas tales consignas. No se trata del típico manual de estilo que indica si infanta se escribe con mayúscula o minúscula, si el gentilicio de París es parisino o parisién, o si guion va con o sin tilde, sino que propone una serie de observaciones útiles, divertidas y razonadas para invitarnos a pensar un poco en la lengua. Muchas de ellas están basadas en numerosos ejemplos de textos literarios y periodísticos, pero otras están tomadas de la vida cotidiana, es decir, no son obra de profesionales.
Agotado