Raptor y sus amigos lograron derrotar a Million y a su aterrador ejército de robots. Parece que es momento de volver a su vida tranquila, común y corriente… pero no tiene tanta suerte: al Instituto Litarmi llega Rex, un chico que asegura ser su hermano gemelo.
Raptor está totalmente seguro de que no es su hermano… y ha visto suficientes películas de terror para saber que no debe tener buenas intenciones.
Para resolver este misterio cuenta no solo con los inseparables Compas, sino también con nuevas amigas y un viejo compañero que regresa para reparar los errores del pasado. En medio de todo el caos y confusión, Raptor descubre la verdad sobre su pasado y su propia identidad.
Ricos e inteligentísimos, los hermanos Lively -Hades, Apolo, Hermes, Afrodita y Atenea- son muy populares, aunque nadie osa acercarse a ellos: todo el mundo los conoce, pero la gente procura evitarlos. Cada viernes por la noche organizan unas veladas conocidas como los Juegos de los Dioses, y se muestran implacables con sus adversarios. No hay modo de vencerlos.
Cuando Haven llega al campus en su primer año de universidad, los Lively le provocan una mezcla de fascinación y de temor, hasta que Hades se fija en ella…
Entre ambos surge un amor irrefrenable, que pronto se convertirá en un auténtico descenso a los Infiernos.
En realidad, los juegos que practican en Yale solo son una minúscula parte de lo que hay oculto tras ellos, la apuesta es muy alta y Haven ignora que la pieza principal de la partida es precisamente ella.
El Detective Lógico llega a la prestigiosa Universidad de Deducción para mejorar sus habilidades en lógica y graduarse con honores... cuando una serie de asesinatos misteriosos empiezan a desencadenarse.
Acompaña a Lógico mientras se topa con encapuchados que cruzan túneles secretos o descubre la existencia de una enigmática sociedad secreta. Todo bajo la sombra de la muerte no resuelta de Lord Graystone, el fundador de la universidad.
Oro. Suelos de oro, paredes de oro, muebles de oro, ropa de oro. En Alta Campana, el castillo construido en las montañas heladas, todo está hecho de oro. Incluso yo.
Cuando el rey Midas me rescató, me sacó de los barrios bajos, me colocó en un pedestal y empezó a referirse a mí como su tesoro. Soy la mujer a la que convirtió en oro para alardear de su poder. A cambio de su protección, le di mi corazón. Mientras me quede en los confines del palacio, estoy a salvo.
Hasta que la guerra llega a Orea. Y, de repente, mi confianza se resquebraja y me doy cuenta de que todo lo que creía saber sobre Midas podría ser erróneo.
Porque estos barrotes tras los que estoy encerrada, por muy dorados que sean, siguen siendo una jaula.
Y los monstruos que esperan fuera hacen que desee no haber salido nunca
Nadie dijo que crecer sería fácil, pero Jules no esperaba que fuera tan abrumador: la relación de sus mejores amigos está dañada, su mamá no está lista para soltar el pasado y los problemas con su novio Evan parecen no acabar.Jules está segura de que no hay forma de empeorar la situación... hasta que su cercanía con Shane la hace cuestionar sus verdaderos sentimientos hacia el chico que por mucho tiempo juró odiar. Elegir entre Evan y Shane no debería ser difícil: uno es su guapísimo y misterioso novio; el otro es... un idiópido, pero tantos problemas nublan el juicio de Jules y le impiden dar el siguiente paso.Ahora, no sólo tendrá que enfrentarse a la incertidumbre de lo que vendrá cuando se gradúe, sino que su corazón deberá tomar una decisión que cambiará su vida para siempre.
Zeke Collins es un jugador de fútbol americano arrogante, el mejor amigo de mi hermano… y tan exasperante como atractivo.Como si las cosas no fueran ya bastante difíciles siendo la única chica en un equipo de fútbol americano universitario, el entrenador tuvo que asignarme a Zeke como compañero de piso. Lo odio, y con razón: cree que, como crecimos juntos, tiene que protegerme, pero lo único que hace es interponerse en mi camino, hacerme parecer débil y enfadarme aún más.Le digo que puedo con todo y estoy empeñada en demostrárselo tanto a él como al resto del mundo. La presión no me afecta, pero ¿compartir paredes tan delgadas con Zeke Collins? Para eso sí que no estaba preparada.Y cuanto más nos vemos obligados a estar juntos, más difícil es distinguir esa delgada línea entre odiarlo… y desearlo.