En esta historia única Belkis Marte nos cuenta cómo Alía y Hendry descubren, con el asombro más inesperado, bajo el manto de la lluvia fresca, un charco que de repente se transforma en una cara sonriente. Un charco mágico que se mueve traviesamente. Los niños convencen a su madre de que los deje salir a disfrutar de la lluvia. Se alistan, vestidos con sus capas de agua chubasqueros y coloridas botas de lluvia. Saltan. ¡Plas, plas, cataplás! Juegan y chapotean con el charco juguetón. La autora nos sumerge en esta trama emocionante, donde Alía y Hendry quedan fascinados con su nuevo amigo, entre juegos de saltos, salpicaduras de agua, vueltas y acrobacias. Y cuando la magia termina, ¡plof, plof, plof!, las lágrimas se deslizan por sus mejillas, pero guardan el secreto. Sonríen, sabiendo que volverá a llover, y la esperanza de otro encuentro con el charco se convierte en un presagio de felicidad.
El primer recuerdo de Izan es luchar por salvar su vida. Alguien lo enterró en una fosa del cementerio de Everden, alguien que le daba por muerto. Ahora, y tras perder la memoria, su única familia son la tarotista Camelia Dunkel y la joven Emma Walker, las dos personas que le ayudaron a desenterrarse. En principio, ellas no tienen nada en común, pero ambas han acabado en el cementerio guiadas por la misma pesadilla: una en la que ven la tumba de Walter Malone. Y, ahora, los tres, solo tienen una pregunta en la cabeza: ¿qué les llevó al cementerio de Everden?
Pinky y Kepulín se acaban de conocer, pero eso no va impedir que emprendan la aventura de sus vidas: ¡Eleria, la madre de Kepu, ha desaparecido! ¿La única pista? Un extraño reloj que le dejó a su hijo. Los dos amigos, junto al fiel perro Botones, viajarán de planeta en planeta para intentar encontrarla.
Todo podría estar relacionado con una misteriosa tienda de rosquillas que acaba de abrirse en la ciudad, pero es posible que la realidad no sea tan dulce como parece.