Leonardo da Vinci (1452-1519), que llenó un cuaderno tras otro con bosquejos, inventos y teorías, no solo es uno de los dibujantes más excepcionales de la historia del arte, sino también un genio y un visionario que anticipó algunos de los mayores descubrimientos del progreso humano, en ocasiones siglos antes de su realización material. Desde las arterias más pequeñas del corazón humano hasta las remotas constelaciones del universo, Leonardo comprendió que la naturaleza y la ciencia estaban inequívocamente conectadas. Sus campos de investigación y su inventiva abarcaban la filosofía, la anatomía, la geología y las matemáticas, desde las leyes de la óptica, la gravitación, el calor y la luz hasta la construcción de una máquina voladora. Leonardo llevó la pintura más allá de la Edad Media con obras como La última cena y la famosísima La Gioconda (o la Mona Lisa), al representar no solo la apariencia física, sino también una cautivadora profundidad e intriga psicológica que continúan atrayendo a multitud de visitantes a París, Milán, Washington, Londres y Roma fascinados por estas obras maestras.
Largely self-taught as an artist, Francis Bacon (1909–1992) developed a unique ability to transform interior and unconscious impulses into figurative forms and intensely claustrophobic compositions.
Emerging into notoriety in the period following World War II, Bacon took the human body as his nominal subject, but a subject ravaged, distorted, and dismembered so as to writhe with intense emotional content. With flailing limbs, hollow voids, and tumurous growths, his gripping, often grotesque, portraits are as much reflections on the trials and the traumas of the human condition as they are character studies. These haunting forms were also among the first in art history to depict overtly homosexual themes.
Sharp angles, strange forms, lurid colors, and distorted perspectives are classic hallmarks of Expressionism, the twentieth century movement that prioritized emotion over objective reality. Though particularly present in Germany and Austria, the movement’s approach flourished internationally and is today hailed as one of the most influential shifts in art history.
With leading groups Die Brücke (The Bridge) and Der Blaue Reiter (The Blue Rider), and key players such as Wassily Kandinsky, Egon Schiele, and Emil Nolde, the Expressionists disowned Impressionism, which they regarded as “man lowered to the position of a gramophone record of the outer world”, to depict instead a raw and visceral experience of life as it was felt, rather than seen on the surface. Their paintings brim with emotive force, conveyed in particular through intense and non-naturalistic color palettes, loose brushwork, and thick textures.
Utagawa Hiroshige (1797–1858) was one of the last great artists in the ukiyo-e tradition. Literally meaning “pictures of the floating world,” ukiyo-e was a particular woodblock print genre of art that flourished between the 17th and 19th centuries. Subjects ranged from the bright lights and attractions of Edo (modern-day Tokyo), to spectacular natural landscapes.
In the West, Hiroshige’s prints became exemplary of the Japonisme that swept through Europe and defined the Western world’s visual idea of Japan. Because they could be mass produced, ukiyo-e works were often used as designs for fans, greeting cards, and book illustrations. The style influenced Impressionist, Post-Impressionist, and Art Nouveau artists alike, with Vincent van Gogh and James Abbott McNeill Whistler both particularly inspired by Hiroshige’s landscapes.
Con su zafarrancho de trenes, lunas tuertas y tartas voladoras, el cine llegó como principal testigo de un escandaloso, emocionante y terrible cambio de mundo: el paso del siglo XIX al XX, tiempo de juventud y hartazgo, de entusiasmo y profunda desesperanza. Entre esos telones, este nuevo invento terminaría por convertirse en el más compartido lenguaje de narración, embeleso y manipulación; una herramienta imprescindible con la que documentar y fabricar esa época distinta a todas las demás, en la que la historia empezó a avanzar cada vez más rápido, sin casi un minuto ya para pensar en sí misma ni recoger sus cosas. Por supuesto, nada de eso sucedió en silencio. Este libro recoge, desde sus orígenes hasta nuestros días, la historia de la música del cine: una relación simbiótica y fascinante que transformó y enriqueció por igual a estas dos disciplinas artísticas en su camino compartido hacia la modernidad.
Todos actores y personajes así como las personas en general tenemos una persona pública con la que nos presentamos ante los demás, una necesidad insatisfecha encubierta bajo esa máscara y cometemos un error trágico cuando reaccionamos ante un choque entre lo queremos que se piense de nosotros y lo que realmente somos. Sobre estos tres elementos clave Susan Batson ha desarrollado un proceso de técnica actoral que han seguido estrellas de la talla de Nicole Kidman, Tom Cruise, Bradley Cooper o Juliette Binoche. En Verdad, un clásico desde su publicación en 2007, expone didácticamente ante un círculo de alumnos imaginarios (pero en los que no cuesta reconocer actitudes y personalidades frecuentes en el mundo de la interpretación), los múltiples recursos que un actor o actriz debe explorar y aprovechar «para que un personaje esté vivo».