Rüdiger Safranski nos presenta a Kafka ante la tarea de escribir y se acerca así al secreto de unos textos que presagiaron en gran medida la condición humana de nuestro tiempo. En las cartas y otros documentos del genial autor, Safranski descubre los momentos de felicidad que Kafka experimentaba ante su escritorio, y también aquellos instantes en los que el mundo se le aparecía como completamente extraño y ajeno. A partir de semejantes experiencias en el límite, las obras de Kafka se entienden entonces con una fuerza insólita. Kafka, de Safranski, nos conduce de forma magistral al centro de una obra literaria que se cuenta entre las cimas de la literatura universal. Para el autor de El proceso o El castillo, escribir fue la existencia misma; la escritura significaba para él mucho más que realizar una obra perfecta, pues solo en aquella encontraba Kafka un refugio ante la culpa y las miserias del mundo.
Una fascinante enciclopedia ilustrada para descubrir el universo de la famosa novelista inglesa.
Modesta lady de la nobleza rural, al igual que muchas de sus heroínas, Jane Austen podría haber convertido su vida en el tema de una de las novelas que escribió. Para entender las raíces de su inspiración y talento, este espléndido volumen aborda todos los aspectos de su biografía:
- Su círculo familiar y sus amistades.
- Esa Inglaterra tan querida por ella y que apenas abandonó.
- Su obra, aparentemente exigua pero tan trascendente (seis novelas completas, dos apenas esbozadas, un puñado de cartas y escritos juveniles).
- Las adaptaciones y los escenarios de los múltiples rodajes realizado a partir de su legado literario.
A través de todo esto, además de divertidos testimonios, direcciones imprescindibles y fascinantes referencias culturales, los lectores aprenderán todo lo que siempre quisieron saber sobre la escritora inglesa, convirtiéndose así en auténticos austenitas.
Hija de uno de los mayores mitos de Estados Unidos y criada en el territorio salvaje de Graceland, Lisa Marie Presley cuenta por primera vez su historia en estas memorias sinceras, conmovedoras y totalmente únicas, fielmente completadas por su hija, Riley Keough.
En 2022, Lisa Marie Presley le pidió a su hija que la ayudase a terminar las memorias que tanto tiempo llevaba preparando.
Un mes después, Lisa Marie fallecía, dejando al mundo sin la posibilidad de escuchar su historia en sus propias palabras. Nunca llegarían a descubrir a la mujer apasionada, alegre, cariñosa y complicada que Riley tanto quería y añoraba.
Riley recogió las cintas que su madre había grabado para el libro, se tumbó en su cama, y escuchó a Lisa Marie contar historia tras historia sobre cómo solían estrellar coches de golf en los jardines de Graceland, sobre el amor incondicional que le profesaba su padre, sobre el tiempo que pasaban en la planta de arriba, solos los dos. Y sobre cómo tuvieron que sacarla a la fuerza del cuarto de baño mientras corría chillando hacia su cuerpo, inerte en el suelo. Sobre su vida con su madre en Los Ángeles, donde pasaba de un colegio a otro, acumulando expulsiones, siempre metida en líos. Sobre la especial relación con Danny Keough, que se prolongó durante toda su vida, sobre su matrimonio con Michael Jackson y todo lo que tenían en común. Sobre la maternidad. Sobre los abismos de la adicción. Sobre la tristeza que la acechaba constantemente. Riley supo que tenía que cumplir el deseo de su madre y compartir esos recuerdos, incandescentes y dolorosos, con el mundo.
Salvaje, voraz y creativa: así fue la vida de la pintora Suzanne Valadon. Hija de una lavandera viuda, hizo y fue de todo antes de dedicarse a la pintura: modista, obrera, florista de una funeraria, camarera, acróbata, modelo… Pero, en aquel Montmartre parisino de finales del siglo XIX e inicios del XX, en un momento en el que las mujeres quedaban relegadas al salón burgués, al claustro conventual, a la máquina proletaria o al lecho prostibulario, Suzanne no se dejó encasillar. Modelo de algunos de los artistas más aclamados de la primera modernidad, como Renoir, Degas o Toulouse-Lautrec (quien la bautizó tal como ahora la conocemos), no tardó en convertirse ella misma en una afamada pintora. Así, entre lienzos, amantes y alcohol, consiguió salir de la extrema miseria en la que había vivido hasta el momento y comenzó a disfrutar del reconocimiento de los exigentes círculos artísticos parisinos y de una notable fortuna que no le preocupó malgastar antes de morir. Entretanto, pintó su vida de colores, se la comió a mordiscos y se la bebió de un tirón.
En 1870, el enfado de Cézanne (1839-1906) ante los sucesivos rechazos del Salon parisino a su trabajo acabó en advertencia: «Reirá mejor quien ría el último». Tomó dos guías seguros, Hércules y Moisés. Y buscó sin desaliento dotar a su arte de una base ética y conseguir «la lógica de las sensaciones organizadas». Arte, ciencia, literatura y filosofía recorren cada momento de su paciente trabajo. Para descifrar su objetivo: «la verdad en pintura». Y para ello diseñó un triple programa: escrúpulos ante las ideas, sinceridad ante uno mismo, sumisión ante el objeto. De modo que en la mente de Cézanne se registró una biblioteca imaginaria en tres volúmenes. El primero contenía la creencia de que tenía un proyecto, un camino, y que bastaba con seguirlo sin desfallecer. El segundo era un ensayo sobre el mundo moderno en el que se declaraba que éste era un lugar desgarrador pero que, sin trascenderlo, todo trabajo era inútil.
Se sabe que Gertrude Stein era una mujer atrevida en sus opiniones y con un sentido del humor peculiar; pues bien, el título mismo de este libro demuestra su talento y la voluntad de ir más allá de lo establecido en cuanto a géneros literarios: aparentemente estamos leyendo un texto autobiográfico y quien lo firma es Alice B. Toklas, la secretaria y compañera sentimental de la gran autora, pero quien está detrás de estas páginas es la misma Gertrude Stein.
Así, al hilo de la voz de Alice, entramos en la casa que las dos mujeres compartieron en París entre 1903 y 1933, y por donde desfilaban las figuras que definieron lo que sería la cultura de principios del siglo XX. Comiendo con Picasso, cenando con Hemingway o hablando de sombreros con Marcelle Braque, se fue hilando una tradición intelectual que hoy ya es clásica y a Gertrude Stein debemos el gran favor de haber abierto las puertas de este salón donde las anécdotas, divertidas o trágicas, acabaron convirtiéndose en Historia con mayúsculas.