El reconocido activista y escritor Mike Davis ofrece un pronóstico aterrador de una nueva amenaza global y establece la crisis de la COVID-19 en el contexto de catástrofes virales anteriores, como la gripe de 1918 que mató al menos a cuarenta millones de personas en tres meses o la más reciente gripe aviar, un toque de atención desastrosamente ignorado y cuyas evidentes consecuencias estamos sufriendo en el devastador brote actual. Con un lenguaje accesible y riguroso, Davis reconstruye la historia científica y política de un apocalipsis viral en desarrollo, exponiendo los roles centrales de los agronegocios y las industrias de comida rápida, apoyados por Gobiernos corruptos, en la creación de las condiciones ecológicas para el surgimiento de esta nueva plaga.
La investigación sobre leyes de la naturaleza constituye una de las aventuras del intelecto humano en su esfuerzo primigenio por entender la realidad y nuestro lugar en ella. En la primera parte del libro expondremos la aproximación biográfica que motiva nuestra investigación (capítulo 1). La segunda parte examina los orígenes históricos del imaginario de leyes de la naturaleza que se remontan a la filosofía natural de la época de Descartes y Newton (capítulos 2 y 3). La tercera parte sistematiza el debate estándar en filosofía de las leyes de la naturaleza, que se ha consagrado en las concepciones humeanas y anti-humeanas, en donde las primeras sostienen que las leyes son meros enunciados de regularidades (capítulo 4), mientras que las segundas afirman que ellas corresponden a alguna clase especial de necesidades naturales (capítulos 5 y 6).
Una obra que nos sumerge en la Historia ambiental, el maravilloso mundo de las sendas boscosas.
Durante las últimas décadas, las humanidades se han aproximado de forma más determinante al mundo vegetal y se han nutrido de las ciencias naturales para ahondar en el conocimiento de las plantas. Aventurarse en los bosques y las selvas supone indagar en la interrelación entre el ser humano y el ecosistema. En esta fascinante obra, concebida como un viaje a través de la espesura, Lucía Triviño escrudiña cada rincón de los múltiples bosques para poner de manifiesto de qué manera el entorno natural ha impactado en el desarrollo humano y viceversa, al tiempo que revindica el papel de la historia ambiental dentro de los estudios humanísticos.
Ser una planta exige una creatividad biológica extraordinaria. Y, efectivamente, las plantas han desarrollado estrategias muy ingeniosas para poder sobrevivir y prosperar a pesar de no poder desplazarse. En los últimos años, los científicos han descubierto que se comunican, reconocen a sus familiares, presentan conductas sociales, escuchan, se camuflan, almacenan recuerdos útiles que informan de su ciclo vital e incluso manipulan a animales en su propio beneficio, por citar solo algunos de sus sorprendentes talentos. Si las observamos de cerca, descubriremos que, lejos de imitar la inteligencia humana, las plantas han creado lo que parece un sistema paralelo.
¿Sabías que la fragancia del cedro aumenta el número de células anticancerígenas de nuestro sistema inmunitario? ¿O que tocar madera (cuanto más nudosa mejor) nos hace sentir inmediatamente más tranquilos? ¿O que el aroma de las rosas nos ayuda a conducir con más calma y seguridad?
Hace quince años, Kathy Willis, profesora de la Universidad de Oxford, leyó un estudio científico que cambió de forma radical su visión de nuestro vínculo con la naturaleza. El estudio demostraba que los pacientes hospitalizados que acababan de someterse a una intervención se recuperaban tres veces más rápido cuando las ventanas de sus habitaciones daban a árboles y no a paredes. Desde entonces, Willis se ha dedicado a investigar las relaciones entre los espacios verdes y nuestra salud, estado de ánimo y longevidad, y los resultados han sido sorprendentes.
Una historia del todo.
Las ballenas cantan jazz. Y el cosmos es un oscuro café. Y todos los plátanos son el mismo. El planeta Tierra es un lugar extraño y fascinante que se puede explicar a través de titulares como estos. En 1977 la humanidad lanzó su primera tarjeta de presentación al universo a través de las sondas Voyager. Desde entonces, un disco viaja por el espacio interestelar con sonidos e imágenes de nuestro mundo dirigidos a una supuesta civilización extraterrestre. Sin embargo, aquel mensaje en una botella es difícil de descifrar, entre otras cosas porque no deja entrever algo que sí hacen las narraciones: las pasiones, los sentimientos, los miedos… En definitiva, las emociones.
Las ballenas cantan jazz es una explicación de nuestra singular existencia a Alice, una entidad hipotética y extraterrestre, escrita por Bob, otro hipotético portavoz humano, dispuesto a compartir el extrañamiento de un mundo que, aunque nos es habitual, no deja de ser formidablemente asombroso.