¿Quién fue realmente Miguel de Cervantes? ¿Un genio literario o un aventurero con más intereses en el comercio que en las letras? ¿Por qué fue un escritor tardío? ¿Su objetivo era entrar en la corte? Este libro desafía la versión clásica del autor de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, revelando a un hombre rodeado de ambigüedades y secretos. Soldado en Lepanto, cautivo en Argel, comerciante y cobrador de impuestos, Cervantes vivió entre aventuras y constantes reinvenciones, con una vida marcada por intrigas, dudas sobre su fe y relaciones tan misteriosas como polémicas.
¿Fue realmente el autor de el Quijote, o los negocios y los conflictos personales desviaron su atención? Con amantes, hijos no reconocidos y rumores de una conversión religiosa, la figura de Cervantes aparece entretejida con los altibajos de una época llena de genios rivales: Lope de Vega, Mateo Alemán y otros pesos pesados del Siglo de Oro que lo desafiaron, despreciaron y lo empujaron a vivir en los márgenes de la gloria literaria.
Estas páginas nos sumergen en los claroscuros de un hombre que vivió y murió en la ambigüedad, un personaje que se reinventó entre sombras de una sociedad que nunca lo reconoció del todo. Una lectura intrigante y reveladora que cuestiona el verdadero rostro de un personaje cuyo legado parece estar tan lleno de ficciones como la propia obra que lo inmortalizó.
«Cervantes es un enigma, un misterio insondable. Sabemos menos de él de lo que desearíamos, y quizá por eso su obra es aún más fascinante, porque trasciende al hombre que la creó». Francisco Rico, especialista en literatura del Siglo de Oro.
Deborah Nelson se ocupa en este ensayo de seís mujeres brillantes, casi siempre reconocidas por la peculiar firmeza de sus convicciones: Simone Weil, Hannah Arendt, Mary McCarthy, Diane Arbus, Susan Sontag y Joan Didion.
Si bien algunas de ellas se relacionaron de un modo u otro con el círculo de los Intelectuales de Nueva York, todas rehusaron ubicarse bajo una única tradición y se esforzaron por eludir las categorías convencionales del pensamiento. Sin embargo, sus obras revelan una afinidad de estilo y una perspectiva filosófica que deriva de una actitud compartida hacía el sufrimiento: aquello que Mary McCarthy llamaba «mirar fríamente» no so era una aversión personal hacia los despliegues de la emoción: era un modo de atención asentimental que dictaba enfoques estéticos fijaba posiciones éticas y políticas.
Las implacables propone un recorrido por sus obras y destaca los cuestionamientos a la empatía como la postura ética privilegiada para examinar el dolor. En su escritura y su arte, estas seis mujeres hacen explícita su firme creencia de que el sufrimiento debe tratarse de manera concreta, directa y realista, sin recurrir al consuelo ni caer en la crueldad. Como muestra Deborah Nelson con maestría, esta perspectiva constituye una importante contra-tradición con respecto a la usual polarización que floreció a partir de la segunda mitad del siglo xx, entre, por un lado, la expresividad emocional y, por otro, la ironía desaprensiva.
En última instancia, con su insistencia en enfrentar la realidad sin consuelos ni compensaciones, esta austera «escuela de lo asentimental» ofrece nuevas maneras de acercarse a los aspectos trágicos de la existencia, tanto en su dimensión pública como en sus aspectos más íntimos.
Helen Vendler, una de las críticas de poesía más autorizadas, analiza cómo cinco grandes poetas modernos estadounidenses, al escribir sus últimas obras, intentan encontrar un estilo que haga justicia tanto a la vida como a la muerte. Al no disponer ya de los consuelos religiosos tradicionales, estos poetas deben inventar nuevas formas de expresar la crisis ante la muerte y la paradójica coexistencia de un cuerpo en decadencia y una conciencia intacta. En La roca, Wallace Stevens escribe narraciones simultáneas de invierno y primavera, en Ariel, Sylvia Plath presenta el melodrama con una fría formalidad y, en Día a día, Robert Lowell resta plenitud. En Geografía III, Elizabeth Bishop queda atrapada y liberada, mientras que James Merrill, en El rocío de la sal, crea una serie de autorretratos mientras muere, representándose a sí mismo con cosas como un árbol de Navidad.
Mientras Berlín se iluminaba fantasmagóricamente con las piras donde ardían libros prohibidos, los nazis llevaban a cabo un crimen cultural de proporciones aún mayores. A través de una pormenorizada investigación, en Ladrones de libros. El saqueo nazi de las bibliotecas europeas y la lucha por recuperar la herencia literaria Anders Rydell ha documentado el saqueo de bibliotecas, públicas y privadas, y librerías que, a lo largo y ancho de la Europa ocupada, llevaron a cabo las tropas alemanas. Los anaqueles de judíos, comunistas, políticos liberales, activistas por los derechos LGTB, católicos, masones y de cualquiera que entrara en la larga lista de enemigos del régimen, fueron expoliados y las obras que contenían esgrimidas como armas intelectuales contra sus dueños. Pero, en paralelo, Ladrones de libros es la historia cuasi detectivesca de cómo un heroico puñado de bibliotecarios, y con ellos el propio autor, han emprendido la tarea de devolver estos libros a sus dueños legítimos. Para ello, han peinado las bibliotecas públicas de Berlín con el fin de tratar de identificar los volúmenes robados y han intentado dar con los familiares de aquellos que fueron despojados. En muchos casos, estos libros son el único objeto que los descendientes de víctimas del Holocausto podrán tener entre las manos como un recuerdo. La Segunda Guerra Mundial fue también un conflicto cultural y el estudio y refutación de toda la literatura «degenerada» que los nazis expoliaron pretendía justificar el deseo de Alemania de dominar el mundo y derrotar a sus enemigos con la «ciencia», así como sentar las bases intelectuales sobre las que descansaría el Reich de los mil años. Un Reich que se levantaría no solo sobre sangre y piedra, sino también sobre palabras.
Desde tiempos remotos, los japoneses han percibido su realidad como el lugar donde moran los kami: divinidades de la naturaleza como las montañas, los ríos o los árboles o espíritus de la tierra o de las profesiones, de los héroes o de los ancestros. A esta visión, heredada del sintoísmo, la religión autóctona de Japón, se han ido superponiendo armónicamente nuevas ideas provenientes de las tradiciones chinas e hindúes e incluso Occidentales, que han ido configurando el particular imaginario japonés, un universo extraordinario habitado por seres fantásticos únicos y criaturas sobrenaturales de lo más insólito.
Las palabras son los embriones de las ideas. Según qué palabras utilicemos así formaremos nuestro pensamiento. Por eso los vocablos que se emplean en la política, la publicidad, la literatura, el amor…..constituyen un elemento de poder, porque moldean la mente de quien los recibe. Se establecen en ella y condicionan su forma de sentir. Muchos intentan dominar esos mecanismos, conocedores de la seducción que ejercen las palabras, para manipular el pensamiento ajeno. Esta obra analiza con innumerables ejemplos cómo se manipulan hoy en día los vocablos para alterar la percepción que tenemos de la realidad, cómo se emplean su fuerza o su finura para engatusar a los demás. Algunas de esas trampas estaban presentes, por ejemplo, en el lenguaje de los nazis, y todavía sobreviven en los discursos que escuchamos ahora. Los ejemplos mostrados permiten averiguar a su vez los mecanismos que se repiten en estas manipulaciones, y también los vicios del lenguaje (casi siempre inconscientes) que tienden a ocultar la presencia de la mujer en el mundo con una maniobra de seducción general. Es ésta una obra que relaciona disciplinas hasta ahora separadas: la psicolingüística y la comunicación social. Y lo hace el autor con un lenguaje común, sin tecnicismos, con ritmo y amenidad, ahondando en todos los trucos. Muchos están a la vista, y, sin embargo, jamás reparamos en ellos.