Todos hemos oído hablar sobre los peligros del colesterol, sobre ese colesterol «malo» que debemos mirar con cuidado cada vez que nos hacemos una analítica. Puede que no comprendamos el porqué, pero seguimos buscando tener cada vez índices más bajos como si eso fuera el marcador supremo de una salud impecable. Y los médicos siguen recetando pastillas «milagrosas» para ponerlos en las horquillas establecidas. Sin incluso ser conscientes de que la mayoría de las veces esto puede ser prejudicial. ¿Es verdaderamente el colesterol el causante de todos los males con los que se le relaciona?
El colesterol es una molécula indispensable para la vida, para la integridad estructural de nuestras membranas celulares y que, además, interviene en multitud de procesos de nuestro organismo y ayuda a nuestro crecimiento y desarrollo. ¿Por qué, entonces, insistimos en demonizar una molécula tan esencial para la vida?
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Las «famosas» hormonas están en boca de todos y se invocan por las razones más diversas. Desde el control del metabolismo hasta la regulación de los ciclos de sueño y menstruales, las hormonas son las directoras de una orquesta interna que nos guía día a día, coordinando la actividad de nuestros órganos, influyendo en nuestra forma física e incluso en nuestro estado de ánimo. Sin embargo, ¿sabemos realmente cómo cuidarlas?