Montaña viaja en el tiempo, a través de varias historias universales y alguna aventura inédita del autor, para explicar la misteriosa relación del ser humano con las cimas, y sobre todo consigo mismo y con los demás: de los pioneros en el Mont Blanc a la vanguardia del estilo alpino en el Himalaya; de la curiosidad científica de Saussure a la búsqueda de la perfección ética y estética de Steve House… Existen tantas motivaciones y justificaciones para lanzarse a subir montañas como personas hay en el mundo.
La fabulación es tan antigua como la humanidad, y su práctica, inherente a nuestra naturaleza, merece ser valorada. Pierre Bayard, conocido internacionalmente por su ensayo "Cómo hablar de los libros que no se han leído", nos advierte, apoyándose en maravillosos ejemplos (protagonizados por figuras como Hannah Arendt, Orson Welles o John Steinbeck), de los peligros de nuestra búsqueda obsesiva de la objetividad y la veracidad. Apelando a un lector crítico, defiende que, aunque está muy bien preocuparse por las informaciones falsas, es un error considerar el resto de las informaciones como "verdaderas" y como actos de fe en lugar de hipótesis e interpretaciones.
Carmen Martín Gaite es una de las escritoras más importantes del siglo XX, que, más allá de sus novelas, aplicó su personal mirada sobre las cosas y su límpida y ágil prosa para producir algunos de los mejores artículos y ensayos de su tiempo. Reunimos dos ejemplos dedicados a dos hombres que marcaron su vida de distinto modo, su íntimo amigo Ignacio Aldecoa, figura clave de la generación del cincuenta, como la propia Martín Gaite, muerto prematuramente en 1969, y su querido Melchor Rafael de Macanaz, destacado político y escritor de finales del siglo XVII y comienzos del XVIII, víctima de la Inquisición y de las intrigas palaciegas, a quien dedicó seis años de estudio que desembocaron en una maravillosa monografía: Macanaz. Historia de un empapelamiento.
«Nada es comparable a la dicha de amar».
La civilización comenzó el día que el ser humano se preocupó por primera vez de cuidar a aquellos que no habrían sobrevivido sin ayuda.
Rafael Narbona, autor de Maestros de la felicidad, vuelve con una obra en la que reflexiona acerca de la naturaleza del amor y de la importancia de los cuidados, todo ello con su pluma impecable y su propia experiencia vital como punto de partida.
Un recorrido a las ideas en torno a la importancia del afecto de los otros, de lo determinante que puede ser nuestra red de apoyos, y de la fragilidad del ser humano más allá del abrazo de sus seres queridos.
Un canto a la importancia de la salud mental y los vínculos como su fundamento: el amor a los hijos, el amor a los padres, a la pareja, a los amigos, a los animales… Sin amor no somos nada.
En una sociedad en la que la gente se siente cada vez más desconectada y sola, el amor se alza como el sentimiento capaz de ofrecernos sensación de trascendencia.
Una copa de vino al día, según muchos médicos, es bueno para la salud. Más de una, puede llevarnos a la ruina. Sea dudoso o no el consejo para la salud del cuerpo, defiende Scruton, es indudablemente bueno para la salud del alma. Y no hay mejor acompañamiento que el vino cuando se trata de filosofar. La filosofía, con una copa en la mano, no solo enseña a beber pensando, sino a pensar bebiendo. Con sentido del humor, el autor ofrece un antídoto ante tantos disparates que hoy se escriben sobre el vino, y defiende con contundencia una bebida que está en el fundamento mismo de nuestra civilización. In vino veritas.
Para Weil, la colonización es un crimen que destruye formas de vida y modos de pensar, que priva a los pueblos de su pasado, reduciéndolos al estado de materia humana, y que ejerce su efecto también sobre las naciones colonizadoras y sus ciudadanos, quienes se ven amenazados por el mismo daño que han causado: el desarraigo. La autora denuncia además las contradicciones a este respecto de la Francia heredera de la Revolución y de la izquierda francesa: «Me avergüenzan aquellos a los que siempre me he sentido más cercana. Me avergüenzan los demócratas franceses, los socialistas franceses, la clase obrera francesa». Según Weil:
«La cuestión, siempre, allí donde hay opresión, es saber quién hace que el corazón de los oprimidos se llene de amargura, de resentimiento, de rebeldía, de desesperación […] ¿Existe en alguna parte una raza de hombres tan naturalmente servil que pueda ser tratada con desprecio sin despertar en ella al menos una protesta muda, un resentimiento impotente? […] Todos los hombres, sean cuales fueren su origen, su medio social, su raza, el color de su piel, son seres orgullosos por naturaleza. Dondequiera que se oprime a los hombres se suscita inevitablemente la rebelión, tal como la compresión de un muelle desencadena la liberación de su fuerza.»