El coaching no es invento nuevo. De hecho, buena parte de lo que hoy en día aparece en charlas y libros de autoayuda ya estaba en los poemas, obras teatrales y discursos filosóficos que escribieron griegos y romanos hace dos mil años. Algunas de esas enseñanzas, sin embargo, nos han llegado a medias o en versiones descafeinadas. Y aún tenemos mucho que aprender de ellas.
El poeta y filólogo Juan Antonio González Iglesias nos lleva de la mano a recorrer los textos de autores como Ovidio, Horacio, Marcial o Marco Aurelio. A través de su pensamiento, nos descubre la vigencia de sus ideas para nuestro día a día. Porque regresando a las raíces de nuestra cultura podemos aprender a ser más felices.
En mayo de 1880, Édouard Manet viaja a la clínica Materne, cerca de la costa oeste de Francia, para tratar la enfermedad circulatoria que paralizaba poco a poco sus piernas. Tres años, varios ingresos, una gangrena y una amputación más tarde, el pintor, figura clave en los inicios del impresionismo, fallecía en su casa de París. Pero hasta entonces siguió capturando incansablemente su mundo en bocetos, en pinturas al óleo y al pastel… y en un diario personal. Este diario. En El cuaderno perdido de Édouard Manet, la novelista Maureen Gibbon, una de las mayores conocedoras de la vida y obra del artista, imagina un diario privado escrito entre abril de 1880 y marzo de 1883. Un diario en el que Manet confiesa ―primero con timidez y orgullo herido, con frustración y pena conforme se le agotan las páginas y los días― sus miedos y sus anhelos como artista incomprendido, como amante pasional y también, muy a su pesar, como enfermo que se aproxima a la muerte. El diario es, por encima de todo, un testimonio de una manera de ver el mundo única: delicada, fantástica e increíblemente sensorial; impresionista por naturaleza. Una historia sobre la vida, la muerte y el arte como único refugio posible frente a ellas.
El estudio de la noción de fenómeno se remonta a los orígenes del pensamiento, pero adquiere un protagonismo especial en la filosofía de Husserl.
Esta nueva entrega de Steinbock –en la línea de su obra programática Mundo familiar y mundo ajeno (1995), donde desde una perspectiva generativa ha repensado fenómenos como la historicidad– se ocupa de la noción de don.
Ahora bien, la cuestión del don como temática filosófica no es pacífica, ya que para el autor el punto esencial es la relación que se establece entre el amante y el amado, puesto que sin ella no es posible que el don aparezca. Más aún, el don no establece la conexión entre amante y amado, sino que emerge de ella. Y es justamente dicha relación la que orienta hacia el otro y establece un proceso de acompañamiento. En esta línea, la unión con el otro y la compañía en el caminar permiten contemplar la relación interpersonal como el medio privilegiado para liberar al otro de la pobreza, la enfermedad, el sufrimiento y la infelicidad, vía privilegiada para adentrarse en el misterio del amor como movimiento hacia lo alto y de la propia vocación como clave de la existencia.
El amor, fenómeno siempre difícil de encuadrar, es el auténtico protagonista de la reflexión de muchos autores de la Edad Media. Además de ser el punto de partida para conocer sin error, constituye el único medio para relacionarse de forma auténtica y segura con los otros y con el Otro.
Para Guillermo, la vivencia del amor desborda los límites de la razón común, que por sí sola no logra acceder a los misterios que fundan, sostienen y explican la realidad. Por esto, la insuficiencia de los sentidos corporales reclama esos otros que son interiores y espirituales, a través de los cuales se puede alcanzar la sabiduría, realizar la justicia y contemplar la belleza de todo lo que existe. La lógica humana no es, pues, la autosuficiencia, que enclaustra en uno mismo, sino el don que procede de fuera y que, al acogerlo, permite participar de Dios, amor derramado por el Espíritu en los corazones de los hombres según el modelo del Hijo.
El amor tiene así una profunda densidad antropológica, pero también epistemológica e incluso ontológica. El sensus amoris de la tradición monástica se revela como la vía decisiva para adentrarse en la íntima verdad del hombre, de Dios y de las cosas. De esta tradición nutre Guillermo su pensamiento y lo eleva hasta las más altas cumbres de la filosofía medieval.
Cada ciudad tiene en sus visitantes posibles traductores que, a través de sus impresiones, puntos de vista y observaciones, pueden llegar a teñir la visión de otros y acaso estimularlos o confundirlos. Por eso vale la pena considerar que este libro, fundado en cuarenta y cinco años de visitas sostenidas a París, es apenas una traducción más de las muchas que podrían hacerse de la capital de Francia, debida a los intereses y experiencias de Jorge Fondebrider, poeta y ensayista argentino, traductor consecuente de Gustave Flaubert, Guy de Maupassant, Georges Perec y un número significativo de poetas franceses contemporáneos. Con todo, por su rigor descriptivo y los muchos datos históricos, funciona asimismo como un vademécum para el eventual flâneur.
Cómo el arte, la literatura y la filosofía pueden llevarnos más allá de los límites de nuestro yo y hacernos descubrir quiénes somos en realidad.
Como una experiencia capaz de barrer nuestra rutina, como una fractura olvidada, la aventura puede encender nuestros deseos silenciados. En un adictivo cuerpo a cuerpo con algunos textos fundamentales de la cultura occidental y las lecturas más originales de la contemporaneidad, Pietro Del Soldà pone en diálogo nuestros problemas cotidianos con las Historias de Heródoto, las intuiciones del sociólogo Georg Simmel con la Odisea de Kazantzakis, el teatro de Sartre con el Platón más autobiográfico y la sabiduría irónica de Montaigne. En un fascinante diario de viaje a través de los siglos y los continentes, el autor nos muestra cómo los griegos defendieron sus ideales de libertad en el campo de batalla de Maratón; en Sudamérica, seguimos los pasos de Alexander von Humboldt, precursor de una idea de la naturaleza que no podemos no hacer nuestra; en Praga, asistimos al estreno del Don Giovanni de Mozart, que, con sus aires de libertad y rebeldía sedujo y escandalizó al público; y en el desierto norteafricano andamos tras las huellas de la escritora y aventurera Isabelle Eberhardt. La aventura de la que nos hablan estas historias es el principal antídoto contra el conformismo y la tiranía del Yo. Como nos advierte este apasionante ensayo, la aventura se asoma «al aquí y ahora, nos inquieta y nos atrae. No podemos prepararnos para vivirla, no hay introducción posible a ella porque es una apertura radical a la imprevisibilidad del instante que no puede ser planeada».