La Escuela de Frankfurt fue el comienzo de la revolución cultural y de los «ismos» que hoy pretenden destruir los cimientos de la civilización occidental cristiana. Estamos en condiciones de afirmar, sin temor a equivocarnos, al menos dos cosas: 1) que tratamos aquí con el primer think tank multidisciplinario y realmente organizado del marxismo anti dogmático; y 2), que ha sido determinante la influencia ejercida sobre los primeros triunfos de la Nueva Izquierda y del posmodernismo.
En resumidas cuentas, la Escuela de Frankfurt salvó al marxismo de sí mismo; especialmente del entonces ya obsoleto marxismo institucional, cuyos ensayos caían estrepitosamente por su propio peso en todo el mundo. Los filósofos alemanes lo revitalizaron, dándole un nuevo rostro -pasando a retiro al proletariado- y añadiendo nuevos miembros y manifestaciones a su cuerpo, ahora sustentado y alimentado por otras víctimas: nuevos idiotas útiles y sujetos revolucionarios (mujeres, estudiantes, homosexuales, ecologistas, animalistas, negros, indígenas, etc.). Desvincularon al marxismo de una revolución que sensatamente juzgaron imposible, evitando su completo descrédito y eventual extinción.
Vacío y plenitud es una de esas obras fundamentales que permiten acceder a la comprensión de la pintura china. Su autor, François Cheng, conocido especialista en poesía y pintura chinas, expone el desarrollo que, a lo largo de quince siglos, ha tenido la pintura en China, pero su estudio no es de carácter histórico sino filosófico. La primera parte explora el sistema de la pintura en relación con la filosofía taoísta a partir de la noción de vacío que todo artista debe conocer, eje fundamental de la concepción china del universo y su comprensión del mundo objetivo, ligado a la idea del aliento vital y al estado supremo al que el hombre debe tender. Cheng explica también al lector occidental la adscripción de este arte a la concepción taoísta, incorporando fragmentos de pintores y tratadistas chinos sobre elementos y momentos de la actividad pictórica.
Este libro podría haber tenido otros títulos, pero acaso este, A propósito de Ferlosio, más genérico, sea el más fiel a un ensayo urdido en torno a una intimidad moral. Entre la historia literaria y la intelectual, estas páginas interpretan (temeraria, aunque cuidosamente) la trayectoria de Rafael Sánchez Ferlosio a la luz de las transformaciones que tuvieron lugar en un tramo que va de finales de los años cuarenta a principios de los noventa; de ahí que su protagonista vaya saltando de la voz solista al coro, unas veces desgajado y otras diluido en la peripecia de otros hijos de la élite vencedora de la Guerra Civil. El trauma de una culpa heredada jamás remitió e impuso exorcismos que oscilaron entre la ruptura -siempre estruendosa- y la reformulación; entre el apego sentimental a modelos aprendidos en casa y el repudio de los valores que llevaban adheridos. Su obra es inexplicable sin esos fantasmas, que determinaron en la sombra numerosas obsesiones, como la meditación sobre la historia, la tradición o, en fin, sobre los espinosos modos de recuperar el pasado. Hay más en estas páginas, pero en última instancia tal vez todo pase por las vicisitudes y ambiciones de un pensador embargado por la culpa y el anhelo de perfección.
¿Es moral el capitalismo? Nadie puede evitar enfrentarse a esta pregunta, puesto que ninguno de nosotros es ajeno ni a la moral ni al capitalismo.
Todo el mundo participa —mediante su trabajo, sus ahorros y su consumo— en un sistema económico que algunos justifican y otros condenan, siempre en nombre de conceptos éticos. André Comte-Sponville somete estas dos orientaciones morales al examen de un lúcido análisis.
A través de una escritura llana y asombrosamente clara, esta obra propone una visión del mundo de hoy que desemboca en una llamada a la responsabilidad.
La desposesión describe la condición de quienes han perdido la tierra, la ciudadanía, la propiedad y una pertenencia más amplia al mundo. Judith Butler y Athena Athanasiou, dos de las mayores exponentes de la filosofía política y la Teoría Queer, exploran en estos diálogos el concepto de desposesión, sus vínculos con la subjetividad, la protesta colectiva, la relacionalidad, la precariedad y la biopolítica; conceptos que se alejan de la lógica convencional de la posesión, sello distintivo del capitalismo y del liberalismo.
En el contexto de la inmigración forzada, el desempleo, la falta de vivienda, la ocupación del territorio y los métodos contemporáneos de conquista, la desposesión abre una condición performativa en la que nos vemos afectados por la injusticia e incitados a actuar. Nos encontramos en una situación precaria, expuestos a la fuerza policial, pero también estamos en pie y oponiéndonos a la desposesión. Insistimos en nuestra posición colectiva, nos organizamos sin y en contra de la jerarquía y nos negamos a ser desechables.
Cómo podemos liberarnos del sujeto soberano y entrar en las formas de colectividad que se oponen a las formas de desposesión que sistemáticamente expulsan a poblaciones enteras del amparo de la justicia y la pertenencia colectiva. Esta es la pregunta de la que parten Butler y Athanasiou para elaborar una nueva visión de lo que podría implicar la «política performativa».
Una aproximación poética al arte de la meditación.
En el mundo de Chandra Livia Candiani, donde la palabra es imagen y poesía, meditar es quedarse quieto, seguir con paciencia la respiración y acogerla en silencio y con humildad; es seguir los movimientos de nuestra mente sin detenernos en los pensamientos sobre el pasado y el futuro, y dejar que pasen delante de nosotros como pájaros en un cielo vasto.
Meditar no consiste en crear un vacío a nuestro alrededor, sino en unir dos mundos: el de lo espiritual y el de lo cotidiano. Y entonces los gestos más ordinarios como cocinar, lavar, limpiar o leer pueden convertirse en formas de oración, en rituales que nos conectan en intimidad con nosotros mismos y lo que nos ocurre.
Escrito con una bella prosa poética, El silencio es algo vivo nos sumerge en un viaje hacia la práctica meditativa y nos demuestra que sembrar la meditación, así como la poesía, significa ante todo avivar la conciencia y reconocer que comprender es aprender a escuchar y esperar.