Vigilando el ascenso de la extrema derecha y admirando la sexualidad, ojeando unas páginas de poética francesa o contemplando el diseño de interiores, viendo las narraciones del cine y descubriendo el espíritu de la infancia, escrutando los discursos y creencias de la astrología o atisbando el trasiego en los hoteles: siempre que Theodor W. Adorno dirige su mirada hacia cualquier arista de la realidad, consigue transformarla, destilando de ella un pequeño fragmento con el que poner en marcha el pensamiento.
En Minima moralia, texto a medio camino entre el ensayo y lo literario, Adorno nos enseña su lúcida escritura, en la que el pensar resulta indisoluble del vivir, y nos desvela su mejor y más elevado legado crítico: el arte de resistir.
Entre 1927 y 1932 Walter Benjamin realizó una serie de charlas radiofónicas dirigidas a niños y jóvenes que se difundieron a través de emisoras de Berlín y Frankfurt. Oficiando como un agudo pedagogo, Benjamin proporcionaba a su auditorio –que a menudo incluía también a los adultos, capturados por la belleza e inteligencia de las palabras del filósofo alemán– claves para comprender tanto la historia pasada como los acontecimientos del momento, a través de narraciones sobre gitanos y bandoleros, titiriteros y brujas, Fausto y Cagliostro, catástrofes naturales o la ley seca, dando lugar a un libro delicioso y esclarecedor que hoy se nos antoja más dirigido a un público adulto que aquel para el que originalmente estas charlas fueron concebidas.
El poder frente a sí mismo es una forma de mostrar algunos de los múltiples rostros que presentan el dominio y su figura gregaria, lo social. Destellos que dibujan ciertos contornos de la sociedad mexicana sin llegar a plasmar una figura definitiva. Hoy en día el poder es percibido como algo malo, como algo que hay que erradicar del trato fraternal de las nuevas conciencias democráticas que tanto trabajo les ha costado conquistar a los recién emancipados ciudadanos mexicanos. Sin embargo, este tipo de percepciones lo único que logran es traslucir no sólo una ignorancia cada vez más de moda en estas cuestiones, sino, sobre todo, una hipocresía con respecto a los anhelos de todos aquellos que hablan emboscados en la conciencia social. El poder, como su propio nombre lo indica, es la fuerza que hace que las cosas sean, la capacidad que hace posible que el deseo se objetive, pero, más que cualquier otra cosa, la forma en que la existencia se afirma. Dicho con otras palabras, el poder es la fuente máxima de vida, aun y cuando solamente pueda ser disfrutado en forma de espectáculo. Qué puede causar más regocijo que contemplar a alguien realmente virtuoso ejercer todo el poder del que es posible.
Pensador apegado a la tierra y sus ritmos naturales, crítico de la tecnocracia y de la industrialización, André Prudhommeaux (1902-1968) fue un ingeniero agrónomo y botánico que abandonó su carrera profesional en aras de un compromiso político con el ideal anarquista. Amigo de Albert Camus, a quien introdujo en los círculos libertarios en Francia, Prudhommeaux aunó sus anhelos de igualdad y justicia social con una temprana conciencia y sensibilidad por la naturaleza que lo sitúa en la tradición ecologista de la modernidad. La presente antología introduce por primera vez en castellano la obra de un escritor imprescindible para explorar senderos alternativos al poder concebido como una «locomotora furiosa, de la que el hombre no es más que un mecanismo ciego, lanzado hacia la muerte».
Un anti-manual de autoayuda para cultivar las costumbres virtuosas en la época del narcisismo identitario
¿Te bastas y sobras? ¿Eres por ti y a nadie debes nada? ¿Te han convencido de tu carácter único y de tu falta de ataduras? Según el filósofo Jorge Freire, has de renunciar cuanto antes a tales disparates.
Hazte quien eres constituye una demolición de las consignas sobre las que, erradamente, sociedades como la nuestra construyen un modelo de vida buena. A partir de la máxima de Píndaro «hazte el que eres, como aprendido tienes», Freire nos anima a cultivar provechosamente las circunstancias que nos condicionan.
Afianzándose en la filosofía y sabiduría antiguas, el filósofo reniega de fantasmagorías como la del self-made man. ¿Quién es el único artífice de su ventura? Uno se las tiene que haber con su propia circunstancia, nunca contra ella.
Jorge Freire, el ensayista más perspicaz y afilado de su generación, pone en solfa uno de los mitos de nuestro tiempo, la dichosa «identidad». No importa lo que somos, sino lo que hacemos, pues al hacer cosas nos hacemos a nosotros. Por eso el identitarismo no es más que una variante del narcisismo: Peor que creer que no se tiene ombligo es pasar la vida mirándoselo.
¿Cómo convertirnos en aquello que deseamos parecer? Mediante el ejercicio de las buenas costumbres. Se equivocan, a su juicio, quienes toman la nobleza del hábito por la vileza mecánica de la repetición. La costumbre, cuando es buena, nos empuja a la virtud.