La teoría cuántica es la teoría más fascinante que haya concebido la imaginación humana. Se apoya en cuatro principios: la complementariedad (que exige incorporar la intención del investigador al experimento); la incertidumbre (que establece un límite al hecho mismo de observar); la espontaneidad (que niega que la materia sea inerte o mecánica, y la muestra activa y respirando luz); y el entrelazamiento (que obliga a reconocer que todo está relacionado con todo, como decían Parménides o Plotino). La filosofía entra en la propia teoría y los principios de libertad y reciprocidad espantan los fantasmas cartesianos del universo máquina. La intencionalidad del investigador se cuela en el experimento y la materia rehusa ser objetiva, reclamando su condición de sujeto.
La formulación de la teoría cuántica se debe a un conjunto de físicos geniales, capitaneados por Niels Böhr y sus dos escuderos: Heisenberg y Pauli. Tuvo, además, dos grandes enemigos, tan geniales como los anteriores, Einstein y Schrödinger, que paradójicamente contribuyeron a establecerla. Lo que muestra esta elegante teoría es que todo experimento acaba por convertirse en experiencia. El universo es el conjunto de todas las experiencias. La experiencia del materialista y la del idealista, la del creyente y el ateo, la del ave, el insecto, la planta o el mineral, son todas ellas reales. No en función de su contenido, sino por el hecho mismo de ser experiencias. La elección de una experiencia u otra es condicionada. La libertad no puede entenderse sin la necesidad. Esa es la revolución, filosófica, que plantea la nueva física. Un desafío en toda regla a nuestro modo de entender la realidad.
En el prólogo de la primera edición de sus Máximas, La Rochefoucauld advierte al lector que su propósito es retratar el corazón del hombre. Y efectivamente, aunque no trata exclusivamente de ello, en sus reflexiones plasma con gran perspicacia los mecanismos y motivaciones que subyacen a los comportamientos humanos, con una clarividente exposición de lo que las apariencias esconden. Con este propósito, este noble, guerrero, conspirador y filósofo hizo de su obra, llena de ironía, humor y despego, notable cinismo y prodigiosa lucidez, la más profunda reflexión moral que nos ha legado el racionalismo y, a la vez, una obra maestra del estilo, de la inteligencia y de la literatura.
Meditaciones recoge las reflexiones que escribió al final de su vida el emperador romano Marco Aurelio, gran filósofo estoico. Marco Aurelio Antonino Augusto fue un gobernante intelectual y famoso por su sabiduría tanto en tiempos de paz como durante la guerra. Esta obra, compuesta de doce partes, fue escrita en el siglo II d.C. Marco Aurelio escribió estas reflexiones como recordatorio a modo de diario para sí mismo para lograr permanecer calmado y tranquilo, incluso en situaciones adversas. Reflexionando sobre los problemas cotidianos que cualquier persona puede enfrentar en su vida: ya sea compañeros de trabajo difíciles, discusiones familiares o metas que parecen demasiado lejanas. Trata, en definitiva, de cómo alcanzar la felicidad. Las Meditaciones del gran emperador-filósofo romano son sencillas aunque profundas obras de filosofía estoica que, a día de hoy, continúan ofreciendo a muchos orientación y consuelo con su elocuencia, sabiduría y humildad.
Escritas en griego por un emperador romano e intelectual que no tenía intención alguna de publicarlas, estas píldoras de sabiduría práctica, repletas de encanto y expresividad, han sido consultadas y admiradas por estadistas, pensadores y lectores de a pie durante casi dos mil años. Aunque Marco Aurelio los compuso para comprenderse a sí mismo y dar sentido a su vida, estos ejercicios espirituales trascendieron ese fin y se consideran una de las más grandes obras de la historia de la filosofía. Pero, además, esta lectura enormemente placentera nos ayudará a consolidar nuestra fortaleza interior y a protegernos del desorden de nuestras pasiones y de los peligros de nuestros errores.
¿Cómo aceptar los límites intrínsecos de nuestra existencia? ¿Cómo tomar buenas decisiones cuando siempre estamos desbordados? ¿Y si, para ser verdaderamente productivos, tuviéramos que dejar que las cosas sucedan en lugar de provocarlas? En su nuevo libro, Burkeman insiste en la importancia de liberarse de los ideales y los retos inalcanzables y propone un cambio de paradigma adoptando el imperfeccionismo como filosofía de vida. Si Cuatro mil semanas abordaba la aceptación de los límites de la existencia humana, este nuevo libro nos enseña a volver a lo esencial y escapar de la presión constante de una sociedad que nos empuja a la acumulación. Inspirado en la sabiduría de los antiguos maestros, la literatura clásica, la religión y la psicología, ofrece herramientas prácticas para redescubrir el sentido de la vida. Concebido como un retiro espiritual de 28 días, esta obra es una guía esclarecedora para establecer objetivos alcanzables y llevar una vida más sana, libre y feliz.
Llamamos melancólico a quien no puede hacer más que entregarse sin reservas a ese sentimiento de deambular en la oscuridad y desear la luz, y a su estado lo denominamos melancolía. La melancolía es recuerdo. Si hubo tormenta, habrá otra. Si hay marea baja, volverá a subir la marea. El hombre melancólico no se fija en lo que hay en un preciso momento, sino que espera la llegada de aquello que en ese momento no es. Se aferra mentalmente a lo previsible, aunque es posible que el recuerdo de lo imprevisible haya hecho ya mella en su confianza en la razón; teme lo que no está y por eso se angustia ante la llegada de aquello que espera.