Durante el año académico 1960-1961, Jacques Derrida, entonces asistente de filosofía general y lógica en La Sorbona, lleva a cabo una lectura de la frase de Alain: «Pensar es decir no».
Este curso magistral de cuatro sesiones muestra ya los signos de la escritura deconstructiva que estaría por venir. En él, Derrida desmonta qué queremos decir cuando decimos «sí» o «no», además de formular y plantear por primera vez el binomio «sí no», elemento básico y originario del acto de pensar.
Frente a este texto, se tiene la impresión de estar ante cuestiones fundamentales del pensamiento de Derrida, que aún hoy conservan su relevancia en una época en la que a menudo resulta difícil distinguir entre pensamiento y creencia.
Redactado a mano por Derrida durante la guerra de independencia de Argelia, y hasta ahora inédito, Pensar es decir no es el texto más antiguo del corpus derridiano que ve la luz gracias a una importante labor editorial.
En Pensar el islam me propongo reactivar el pensamiento ilustrado. No pensar en el islam a favor o en contra, no es esa mi intención, sino pensarlo como filósofo. Leo el Corán, examino los hadits y consulto biografías del Profeta para mostrar que en ese corpus hay materia para lo peor y para lo mejor: lo peor, lo que unas minorías actuantes activan mediante la violencia; lo mejor, lo que unas mayorías silenciosas practican de forma privada. ¿Cómo debe la República considerar esas dos maneras de ser musulmán? ¿Existen relaciones y puentes entre monorías actuantes y mayorías silenciosas, sabiendo que la historia la hacen las primeras, y no las segundas? El presente libro también vincula lo que se ha dado en llamar el terrorismo con la política exterior islamófoba practicada por Francia siguiendo a la OTAN desde 1991. Llamamos barbarie a aquello que no queremos comprender. El islam terrorista ha sido parcialmente creado por el Occidente belicoso. Las cosas no son tan sencillas como unos y otros quieren darnos a entender. De ahí la necesidad de ponerse de nuevo a pensar. Sobre este tema y sobre otros.» Michel Onfray
El emperador Marco Aurelio Antonino fue consignando en privado este ejemplo único de escritura de sí y sobre sí, enmarcado en la filosofía estoica, durante los años en los que comenzó la decadencia de Roma. Al margen de la corte, la púrpura y las convulsiones de la época en la que fue redactado este diario de mejora personal, sus hondas reflexiones apuntan a la constitución desnuda de cualquier ser humano.
Traducción, introducción y notas de Pilar López de Santa María. En este, su volumen postrero, se manifiesta de manera especial el carácter de legado final que para Schopenhauer tienen los Parerga. Es su última oportunidad de comunicar sus pensamientos, de esclarecerlo todo hasta el final y de expresar, para quien en un futuro quiera leerlas, las opiniones que sus contemporáneos no han querido oír. Fruto de ello es un volumen extenso y misceláneo en todos los sentidos: junto a ensayos netamente filosóficos hay en él mucho de biografía intelectual, de retrato psicológico y de opiniones personales que en algunos casos Schopenhauer habría hecho mejor en no escribir. Nos encontramos aquí, más que en ninguna otra obra, con el filósofo y el hombre, con las luces y las sombras de un autor controvertido y, en todo caso, irrepetible.
Palabras que hieren ha sido reconocido universalmente como una obra magistral y uno de los libros más importantes de Judith Butler. En este análisis de los debates alrededor del discurso de odio, la pornografía y la homosexualidad, Butler sostiene que las palabras pueden herir y que la violencia lingüística es un tipo de violencia particular. También sostiene que este discurso es emocional y fluido porque sus efectos a menudo escapan al control del hablante, moldeados por la fantasía, el contexto y las estructuras de poder.
Butler insta a la cautela en el uso de la legislación para restringir y censurar la libertad de expresión, pues aunque el discurso de odio puede reforzar las estructuras de poder, también puede replicar el poder en formas que separan el lenguaje de su capacidad de causar daño. Por ejemplo, en los casos en que el lenguaje injurioso es internalizado por prácticas estéticas que buscan enfrentarse al daño y reducirlo, como ocurre en el rap y en la música popular, las palabras también pueden ser una forma de reconocimiento y usarse como réplica.