Si echamos un vistazo a la historia reciente, vemos cuáles son las dos perspectivas que más han conformado nuestras ideas sobre el liderazgo: la economía, centrada en la productividad, y la psicología, centrada en la motivación.
Sócrates no solo sabía que ignoraba toda técnica para acceder al bien y al Dios. Precisamente sabía que la ignoraba porque entendía de amor; y como entendía de amor, entendía de muerte. La sabiduría socrática es siempre, por lo menos, muy difícil de superar. ¿Acaso en nuestro tiempo se la ha dejado atrás definitivamente? ¿No ocurrirá que todavía tiene que enseñarnos lo que solo hoy, devastado el mundo en formas que antes no se pudieron imaginar, podemos aprender?
Tal vez por ello sea preciso volver a hacerse niño, para escuchar y mirar de nuevo los temas que mueven el corazón humano: el amor a los padres y a los amigos (philía), el amor que nace de la atracción (eros), amores ambos que tienen que ver con la caza filosófica y confrontan con la alteridad de los otros.
Se entra en la amistad y en el amor erótico sin saber cómo, no guiados por la conciencia o los conceptos, y menos aún por la filosofía. Pero nada obliga a suponer que la evolución de eros y philía tenga que conservar esta condición. El ser humano es también afán de claridad, afán de control de sí mismo; en definitiva, buscador de la virtud y la excelencia, que en la vida adulta a veces logra abrir a la trascendencia.
Los años 1857-1858 fueron particularmente vibrantes y fecundos en la evolución intelectual de Marx. Fue en la década de 1850 –que arrancó, tras las revoluciones frustradas de 1848, con el exilio y la radicación definitiva de Marx en Londres y en la British Library– cuando profundizó en el estudio de la economía política y cimentó su trayectoria posterior, comenzando por la que a la postre sería su obra más influyente publicada en vida, el libro I de El Capital (1867).
¿Cómo alcanzar el respeto a la libertad de cada individuo según el Derecho aplicable al conjunto de la sociedad? ¿Quién decide, y de qué modo, el modelo de una sociedad? ¿En qué medida el ciudadano contribuye a su configuración? ¿Cómo conciliar la libertad, la ética o la justicia social sin faltar a los derechos de nadie?
La relación entre libertad, ética y Derecho es tan compleja como fundamental en una sociedad plural y democrática. Este libro trata precisamente de responder a estas cuestiones. El autor parte de unas premisas fundamentales: la vida no es propiamente humana si se renuncia a vivir en libertad; no es libre quien se desentiende de la verdad: lo bueno, lo bello y lo justo; no se accede a la verdad quien no se arriesga a pensar por sí mismo; la ética pública de la sociedad debería corresponder a la ciudadanía; y reivindica la libertad de expresión y la discrepancia.La obra aporta ejemplos prácticos que afectan en el día a día al conjunto de la sociedad, reflexionando críticamente sobre ellas con el fin de despertar al lector y se haga preguntas sobre esas cuestiones. Aniceto Masferrer muestra hasta qué punto resulta imprescindible estimular el pensamiento crítico, fomentar la expresión de las propias ideas y el diálogo, en particular con quienes piensan de modo distinto, porque en su opinión, la cultura del diálogo es la clave para salvaguardar y fortalecer la democracia.
Sostiene el autor que es más humano estar en el error pensando por uno mismo que en la verdad habiéndola «asumido» pasiva y acríticamente. Quizá esto mismo fue lo que llevó a Dostoyevski a afirmar que «la belleza salvará el mundo». La libertad es tan necesaria como bella, pero pierde su belleza si se despliega al margen de la justicia, sobre todo de los más vulnerables, de quienes no tienen voz o no tienen la fuerza suficiente para hacerse oír y respetar.
Elaborado a partir de sus apuntes y de las lecciones que había redactado para la asignatura sobre filosofía política moderna que durante tantos años impartió, recuperamos uno de los títulos más importantes de John Rawls.
El objetivo de las lecciones de Rawls era, según él mismo escribió, «distinguir los elementos fundamentales del liberalismo como expresión de una concepción política de la justicia cuando éste es contemplado desde dentro de la tradición del constitucionalismo democrático». Para ello, examina las diversas corrientes que configuran las tradiciones liberal y democrática constitucional, así como las figuras históricas que mejor representan estas corrientes.