Un corpus excepcional tanto para entender el pensamiento romano como para examinar las técnicas retóricas de Cicerón, admirar la depuración de su lenguaje y adentrarse en lo que supuso el derecho romano tanto para su época como para períodos posteriores. Este tomo engloba textos n los que el trasfondo político adquiere un peso específico fundamental.
Los siete discursos de Marco Tulio Cicerón reunidos en este volumen están marcados por el exilio del orador (58-57 a. C.). Debido a las pugnas políticas que se producían en el Senado entre la oligarquía (de la que era partidario Cicerón) y la facción democrática (liderada por Julio César), los sucesos precipitaron salida del primero de Roma, tras el éxito de los movimientos para aislarlo de su más acérrimo adversario: Publio Clodio. A su vuelta a la capital, Cicerón volvió a ejercer como letrado y en sus discursos y alegatos la sombra del exilio y de la época turbulenta que estaba viviendo la ciudad está siempre presente. Los seis primeros textos los pronunció entre septiembre del 57 y mayo del 56 a. C. El último, En defensa de T. Anio Milón, del año 52, está íntimamente relacionado con los anteriores, ya que Milón fue el asesino de Clodio.
En el tercer volumen de los discursos de Cicerón puede apreciarse la evolución de sus habilidades oratorias a lo largo del tiempo. Se incluyen algunos de los discursos más notables de su primera época, centrados en casos de derecho civil de carácter privado, y también otros posteriores de hondo calado político, pronunciados cuando su autor ya era toda una celebridad en Roma. En todos ellos, Cicerón despliega sus recursos retóricos hasta convertirse en figura central del proceso, sea cual sea su finalidad, pero también ofrece una oportunidad única de conocer de primera mano algunos mecanismos del derecho y la política romanos.
Como continuación de la primera entrega de la Biblioteca Clásica Gredos dedicada a los discursos de Cicerón, este volumen completa sus famosas Verrinas, los alegatos que en el año 70 a. C. condenaron a un destacado miembro de la nobilitas por su vergonzosa gestión en el gobierno de Sicilia. Para el gran orador, este juicio supuso un gran salto adelante en su vida pública y política. Para la literatura, estos textos son un hito de la prosa latina, no solo por su despliegue retórico, sino también por su exquisitez literaria. Publicado originalmente en la BCG con el número 140, este volumen presenta la traducción de la segunda parte de las Verrinas de Cicerón, realizada por José María Requejo.
Una figura como la de Cicerón es de las que, por sí solas, sirven para llenar un siglo. Y si en la vida pública no tiene el genio de un César o un Augusto, en la oratoria y —en un sentido amplio— en la vida intelectual y artística no tiene parangón en su época. Pero no se trata sólo de que Cicerón sea el primer orador de su tiempo y de la historia de Roma: es que nuestro autor es el creador de una prosa ya capaz de expresar tanto las complejidades del pensamiento abstracto cuanto el equilibrio, gracia y frescura indispensables para una verdadera prosa artística.
El hombre es un ser temporal, pero participa de la eternidad y es constantemente educado por ella. Los discursos reunidos en este volumen meditan sobre algunas de las principales enseñanzas que lo eterno -o sea, el bien- imparte al hombre. Estas enseñanzas han de ser creídas, pues lo eterno no se deja atrapar en las redes del entendimiento humano. Dicho con la maravillosa imagen empleada aquí por Kierkegaard: El bien enseña al que se esfuerza, le ayuda, pero sólo como lo hace la madre amorosa cuando enseña al niño a andar solo: la madre está a una distancia tal que en realidad no puede cogerlo, pero tan pronto como este se tambalea, ella se inclina rápidamente como si lo fuera a agarrar.