Consejos milenarios basados en la experiencia y el sentido común para enfrentarnos a los dilemas morales de hoy.
Reconocido universalmente como uno de los autores más importantes de la historia romana, Cicerón era también un brillante orador que quiso ofrecer a sus contemporáneos una guía de conducta para los tiempos difíciles y cambiantes del mundo en el que vivían. Su objetivo era aplicar, con sentido común y pragmatismo, las lecciones aprendidas en la filosofía a la práctica cotidiana.
Durante los años noventa Michael Ignatieff recorrió las principales zonas de guerra: Serbia, Croacia y Bosnia; Ruanda, Burundi y Angola; y Afganistán. El honor del guerrero es una brillante reflexión, que resuena hasta nuestros días, sobre lo que presenció en lugares donde la guerra étnica se había convertido en un modo de vida.
En una serie de retratos impactantes (y demasiado extrapolables a la actualidad), el premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales 2024 describe el surgimiento de los nuevos intervencionistas morales —los cooperantes, reporteros, pacificadores, delegados de la Cruz Roja y diplomáticos—, quienes creen que la miseria de otras personas, por lejos que estén, nos concierne a todos. Nos enfrenta a los nuevos guerreros étnicos —los señores de la guerra, los guerrilleros y los paramilitares—, que han incrementado el carácter salvaje y violento de la guerra posmoderna de una forma sin precedentes. Del encuentro de estos dos grupos, extrae conclusiones sorprendentes y alarmantes acerca de la ambigua ética del compromiso, las limitaciones de la justicia moral en un mundo en guerra y el inevitable enfrentamiento entre los que defienden las lealtades tribales y nacionales y los que hablan el lenguaje universal de los derechos humanos.
Un texto lúcido y provocador sobre nuestro papel en un mundo en el que casi todo nos puede ser entregado a domicilio, y que traza con agudeza la arqueología de una nueva mentalidad de repliegue y renuncia.
El declive y el catastrofismo permean las sociedades occidentales. Desde principios de siglo una serie de acontecimientos, tales como el calentamiento global, el terrorismo islamista, la pandemia del Covid-19 y la guerra en Ucrania parecen confirmar esta idea.
En este esclarecedor ensayo, Bruckner indaga en la mentalidad que prevalece hoy en día y que tiende de manera progresiva al retraimiento y la renuncia al mundo. Reflexiona sobre experiencias propias y plantea una de las grandes e irrefutables paradojas de la modernidad: el gusto por la reclusión ha provocado un confinamiento voluntario que sustituye aquel al que nos vimos obligados a causa de la pandemia, y cuyas graves implicaciones podemos advertir en el estado de ánimo de la sociedad de nuestro tiempo.
¿Cuál es la distancia que separa una obra de arte valiosa de la que no lo es? ¿Acaso es una mera cuestión de gusto, de bagaje, de canon, de accesibilidad, de marketing? Juan Cárdenas aventura en este libro una teoría: «Todo gran arte trae consigo la marca de la ligereza». No es tan fácil distinguir lo ligero de lo pesado, pero hay algo que está claro: la fuente primordial de la ligereza es el placer. El arte da placer no porque imite a la vida, sino porque es capaz de traducir sus leyes secretas al lenguaje de las formas sensibles. Y la vida es ligera, fugaz, esquiva, grácil, vulnerable y resistente de un modo inexplicable. En su afán por desentrañar este concepto, el autor nos lleva de la mano por una serie de cuestiones esenciales para reflexionar sobre lo que hoy consideramos digno de admiración, ya sean las modas, lo militante, las inercias del mercado, la posibilidad de la utopía o el lado oscuro de uno de los mantras de la sensibilidad contemporánea: la búsqueda de la autenticidad. Un recorrido original que acaba por ser, además, una manera de esclarecer los mecanismos de su propia escritura. La precisión y la afabilidad de su prosa, la plasticidad de sus ideas y su deslumbrante capacidad para exponerlas de una forma tan sencilla como profunda hacen de La ligereza un ensayo estimulante y fértil, una grieta luminosa en el imperturbable territorio de lo mayoritario.
¿Cómo morir? La pregunta suena de mal agüero en nuestra frenética actualidad. Vivimos como si no fuéramos a morir. Y, sin embargo, hemos de afrontar el tema cuanto antes mejor, gracias a la ayuda de la filosofía. Frente al miedo a la muerte, el estoicismo nos propone una liberación: no miremos para otro lado. Séneca nos dice que para no temer a la muerte es necesario tenerla presente, que «se niega a vivir quien se niega a morir».
El gran filósofo de Roma se esforzó en combatir el temor a la muerte al igual que hicieron los demás pensadores estoicos. En sus Cartas a Lucilio defendió, con una convicción, coherencia y elegancia nunca antes vistas, ideas que aún chocan con nuestra mentalidad: que el morir no es un mal, que es necesario pensar en la muerte en todo momento, sin dramas, sin tabúes, que podemos mirarla a la cara incluso como un refugio…
En Aguafuertes, Jesús del Campo pinta una colorida estampa del Barroco, un tiempo en que el aire olía a pólvora y los mares a especias. Cada una de estas extraordinarias viñetas—de tono costumbrista pero trazadas con la finura del historiador—nos trasladan a una época cuyos afanes y violencias no fueron obstáculo para el erotismo y el amor, y en cuyas batallas e intrigas se intuye la eterna «danza de los mortales en los caminos tramposos de la vida». Campesinos, exploradores, músicos errantes, soldados, comerciantes, espías y nobles de vida ociosa ofrecen en este relato caleidoscópico una imagen de lo humano con todos sus claroscuros.