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ENSAYOS MORALES (SELECCION)

Si bien David Hume (1711-1776) suele ser conocido y valorado principalmente por su obra filosófica, él se consideró siempre un escritor y como tal destacó entre sus contemporáneos. Su amplio abanico de intereses y sus vastos conocimientos le llevaron a ocuparse en sus obras de carácter moral -en su sentido etimológico: referido a las 'costumbres' o 'hábitos'- de cuestiones más humildes, pero a menudo presentes en la vida cotidiana (los caracteres, la superstición, la avaricia, el divorcio, la conformidad...), que iluminó con su experiencia y un buen juicio excepcional. En esta selección de sus Ensayos morales, todos ellos de amena lectura, Hume se revela como un pensador muy adelantado a su época que defiende, por ejemplo, un matrimonio basado en la igualdad, o bien opiniones en torno al suicidio y la inmortalidad del alma muy discordantes con el sentimiento religioso común en su época.
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ETICAS ESTOICAS

El presente volumen pretende hacer accesible al lector contemporáneo las propuestas éticas de los estoicos antiguos, siguiendo la reconstrucción de los fundadores de la escuela del Pórtico que elaboran Ario Dídimo, Diógenes Laercio y Hierocles. Esta recopilación contiene la traducción castellana, a partir de una revisión crítica del texto griego, de las tres exposiciones tradicionales de las éticas estoicas, compuestas por Ario Dídimo, filósofo de la corte del emperador Augusto, en su Epítome de ética estoica, probablemente la descripción más precisa sobre la figura del sabio y sus virtudes, junto al «doxógrafo» Diógenes Laercio, en el libro VII de sus Vidas de los filósofos ilustres, y Hierocles, autor de un tratado intitulado Elementos de ética, donde ofrece una presentación de la doctrina clásica de la familiaridad, acompañada de varios ejemplos extraídos del comportamiento animal. Los estoicos se interesan no solo por la teoría moral, sino también fundamentalmente por la práctica moral.
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TRIAS Y EL JOVEN TRIAS

Convertido hoy en una de las figuras más influyentes de nuestro pensamiento contemporáneo, Eugenio Trías es analizado en este libro a partir de tres propuestas que logran resumir todo un método y una actitud filosófica a lo largo de los años. La idea de que la obra del filósofo puede leerse desde una fértil ambigüedad es central en la primera parte del libro, donde se señala, en perfecta sintonía con su método, que Trías siempre fueron dos, uno joven y rupturista, y otro atento al orden y al vínculo, a la religación. Su idea del límite, que, como señala Jordi Ibáñez Fanés, lo acompañó aun sin nombrarlo desde sus primeros libros, puede entenderse en el doble sentido de barrera infranqueable y al mismo tiempo como un espacio que articula e incluso desafía y estimula la posibilidad de acceder a lo hermético, al enigma del ser y de la vida. Las otras dos partes del libro, presentadas a modo de apéndices, se ocupan la primera del joven Trías «hacia 1970», acompañado o más bien leído ya que se comentan aquí todas sus primeras obras junto con sus compañeros de generación Fernando Savater y Xavier Rubert de Ventós; y la segunda del filósofo ya crepuscular, dedicado a los placeres de su pasión cinéfila, con sendos comentarios de dos películas idóneas para comprender lo que se pone en juego en la filosofía del límite: Vértigo de Hitchcock y Persona de Ingmar Bergman.
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LA VIDA COMO ENSAYO Y OTROS ENSAYOS

En diálogo y contraste con pensadores como Nietz­sche o Hegel, de la mano de autores como Milan Kundera, Walter Benjamin o José Ortega y Gasset, que en sus teorías de la novela han meditado sobre las relaciones entre literatura y filosofía a partir del horizonte abierto por la crisis de la modernidad, este libro traza una genealogía más matizada de ambas esferas, destacando sus afinidades electivas. Por sus páginas desfilan Don Quijote, Gargantúa, Tristam Shandy, Wilhelm Meister, Gregor Samsa y Tomás y Teresa, los personajes de La insoportable levedad del ser; pero también los metarrelatos y la risa de Dios, la teodicea y el nihilismo, el Bildungsroman y la novela picaresca, la teoría viquiana del mito y el humanismo retórico, la vanguardia y la pintura de Friedrich, el posmodernismo y la nostalgia estética, apuntando así a un sustrato hermenéutico común, motor del pensamiento contemporáneo.
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HUMANISMO DEL ARBOL

Inédito hasta ahora, el breve «estudio o meditación» que Carlos Edmundo de Ory dedicó a una de las formas primordiales de su personal imaginario, Humanismo del árbol, fue lentamente gestado y madurado por el poeta desde que lo concibiera por primera vez a comienzos de los años cincuenta. Lirismo, erudición y una temprana conciencia ecológica ―«Volvamos a la Naturaleza. Ella nos enseñará más, mucho más que todos los filósofos del mundo»― se dan la mano en un hermoso y cautivador ensayo que se acoge a la autoridad de presencias tutelares como Dante, Blake, Novalis, Baudelaire, Poe, Thoreau, Whitman, Rimbaud, Lawrence o Michelet, sabiamente glosadas, para proponer un reencuentro con el «alma primitiva» que vio en el bosque un ser vivo y plural, habitado por individuos únicos e irrepetibles cuya «maravilla inagotable escapa a la definición nominalista».
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LA AUTORA DE LA ODISEA

Contemporáneo de Schliemann, Burne-Jones y la reina Victoria, Samuel Butler participó en algunas de las más notorias controversias de una época y un país particularmente fecundos en polémicas intelectuales y descubrimientos decisivos. Con curiosidad y entusiasmo de amateur, aunque amparado por una infatigable dedicación al estudio, Butler ejerció de escritor, pintor, naturalista, compositor y filólogo. Celebradas por Borges, sus versiones de los poemas de Homero han sido leídas durante generaciones, pero el traductor fue más allá para defender que el segundo de ellos, la Odisea, era obra de una mujer, la Autora, una princesa siciliana de Trapani, en la costa occidental de la isla que habría elaborado bajo el signo de su predecesor el espléndido poema del regreso de Ulises, deslizando algo de su circunstancia en los rasgos del personaje de Nausícaa. Altamente especulativa, la sorprendente inquisición de Butler no dejó de producir una obra deliciosa y llena de encanto, con la que el osado intérprete se propuso discernir, aplicando un common sense que en la mejor tradición británica declaraba una guerra abierta al academicismo, «dónde y cuándo» escribió la muchacha porque a su juicio era una joven, «cabezota y soltera»semejante prodigio, «quién fue, cómo se sirvió de la Ilíada y cómo el poema creció entre sus manos».
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