La relación de Tomás Calvo con Aristóteles ha sido larga y fecunda. El gran estudioso de la filosofía griega, Catedrático de esta materia en la Universidad Complutense de Madrid, ha dedicado al Estagirita algunas de sus mejores páginas: dos modélicas traducciones (Acerca del Alma y Metafísica), acompañadas de sustanciosas introducciones y notas, un libro sobre el propio Aristóteles y el aristotelismo y numerosos trabajos sobre temas específicos, publicados en diferentes épocas, en muy variados y dispersos medios y en diversas lenguas. La gran mayoría de estos últimos se atesoran en este libro, lo que permite al lector un acceso cómodo y unificado a importantes estudios que de otra forma permanecerían poco accesibles.
La mirada del autor se detiene en algunas de las cuestiones cruciales del pensamiento aristotélico, en el ámbito de la física, la biología, la teología, la ética, los estudios literarios y, sobre todo, la metafísica, es decir, en los territorios preferidos y más importantes del filósofo griego, lo que convierte a este ensayo en una aproximación amplia y precisa sobre las cuestiones esenciales y las líneas maestras del pensamiento de Aristóteles.
La «Historia del pensamiento» de Jesús Mosterín está integrada por libros monográficos autónomos, que se caracterizan por la frescura de la mirada, el enfoque interdisciplinar, la relevancia actual, la lucidez del análisis y la claridad de la exposición. En su conjunto, la serie ofrece una panorámica única y completa de la evolución de las ideas filosóficas, religiosas, científicas y políticas, situadas en su contexto social. El volumen correspondiente a El pensamiento arcaico todavía no filosófico ni científico, aunque poseedor ya de una visión del mundo, una historia del origen de las cosas, una justificación del incipiente poder político, una moral y unas reflexiones sobre el sentido de la vida y de la muerte trata de las brumosas raíces del pensamiento humano en la Prehistoria, así como de su desarrollo posterior en Mesopotamia, Egipto, las culturas arcaicas del Egeo y de la India, la cultura indoeuropea y, por último, las civilizaciones arcaicas de Mesoamérica.
«Las historias importan. Importan muchas historias. Las historias se han utilizado para desposeer y calumniar, pero también pueden usarse para facultar y humanizar. Pueden quebrar la dignidad de un pueblo, pero también pueden restaurarla.»
En 1843 H. D. Thoreau escribió una reseña de El Paraíso al alcance de todos los Hombres, sin Trabajo, mediante la Energía de la Naturaleza y la Máquina, de J. A. Etzler. La reseña criticaba las utopías tecnológicas que pretenden transformar el mundo con la excusa de conseguir un paraíso de abundancia y felicidad para el ser humano, mediante la aplicación y el desarrollo de las técnicas y la maquinaria industrial.
Las obras de Thoreau no parecen suscitar hoy la rebeldía y la desobediencia que debiera inspirar una lectura consecuente de su obra, donde la experiencia de la naturaleza se convirtió en la defensa de una conciencia que corría el peligro de extraviarse con los avances de la modernización. No se trata en Thoreau, por tanto, de una defensa de la naturaleza como si de un protoecologista se tratase. Más bien nos encontramos ante la resistencia de la conciencia individual a las transformaciones que la economía industrial empezaba a propiciar en el siglo XIX.
Hoy vivimos la culminación de esa época y sus desastrosas consecuencias. Las desaforadas utopías tecnológicas ya no sólo pretenden transformar el mundo para ofrecernos un inmenso y artificial Jardín del Edén, sino que, ante la constatación del fracaso de sus intentos, la única respuesta es una nueva vuelta de tuerca en el acondicionamiento tecnológico, que se extiende a cada vez más ámbitos de la existencia. El cultivo de nuestra conciencia no sólo ha perdido su relación con la naturaleza, sino que puede llegar a ser prescindible en un mundo donde todo lo producido tendrá la marca de «inteligente» para evitarnos el trabajo de serlo nosotros.
Quizá sea demasiado pedir que los libros tengan hoy la capacidad de inspirar, siquiera de conmover, a quien los lee. Si con El paraíso —que merece ser— recobrado contribuimos, al menos, a ofrecer una oportunidad para el cultivo de cierta rebeldía contra este estado de cosas, nos daremos por satisfechos.
El trabajo por el trabajo. Todo tiene que ser rentable, eficaz, productivo, útil. La visión utilitarista del trabajo por el trabajo ha conquistado y dominado casi todo el ámbito de la existencia del hombre occidental.
Frente a estas tendencias, Pieper defiende el ocio como uno de los fundamentos de nuestra cultura. El ocio tiene su origen en la fiesta. Y es su carácter festivo lo que hace que el ocio no sea solo carencia de esfuerzo, sino lo contrario al esfuerzo. Y el ocio adquiere su legitimación de la misma fuente que legitima la celebración: del culto.
La aparición de El nacimiento de la tragedia en 1872 supuso el estreno genial de un joven pensador que ya tenía muy claro en qué ámbitos se iba a desenvolver su reflexión filosófica. En efecto, esta obra primeriza contiene ya gran parte de las ideas que Nietzsche desarrollará en lo sucesivo y que marcarán un giro rotundo en el pensamiento occidental. Este ensayo surgió de una auténtica obsesión por conocer la naturaleza de la tragedia griega, por penetrar en los más oscuros entresijos del mundo de la Grecia antigua, visto como la clave esencial para diagnosticar lo que se consideraba una aguda crisis de la cultura europea. Esta visión, denominada «romanticismo helénico», arraigó con fuerza inusitada en la sociedad alemana, donde adoptó un cariz acusadamente filológico: muchos pensadores creyeron percibir una misteriosa afinidad entre la lengua alemana y la griega, cuya extraordinaria capacidad para expresar las nociones más abstractas la habían predestinado a crear el milagro del pensamiento filosófico. Nietzsche lleva a cabo una dura crítica de la civilización moderna y se propone transfigurar la existencia mediante el arte para hacerla digna de ser vivida, formulando para ello una filosofía total de la vida apoyada en dos conceptos esenciales: lo apolíneo (el elemento dramático, el sueño) y lo dionisíaco (la música, la embriaguez). La presente edición incluye artículos y opúsculos de diversos autores (Rohde, Wagner y otros), escritos al calor de la controversia suscitada en torno a la obra.