El volumen 39 de la BCRAE ofrece una de las cumbres de la prosa de ideas de nuestro Renacimiento: De los nombres de Cristo.
Se trata de una honda reflexión teológica que se presenta a través de la forma dinámica y clasicista del diálogo, que fray Luis sitúa en la finca de la Flecha, en las afueras de Salamanca, donde un grupo de eminentes amigos aborda en todas sus dimensiones la figura de Jesucristo a partir de los nombres con que se lo designa en la tradición patrística y eclesiástica.
Quien pregunta «¿de qué te ríes?» no suele esperar una respuesta: quiere que alguien deje de reír. La risa es lenguaje y, como las palabras, puede ser cortés, falsa, amigable, mordaz, insultante y discriminadora. Aunque la educación intente disciplinarla e indicar los modos correctos de su emisión, lo hilarante es indomable porque habla el lenguaje del cuerpo y se desencadena más allá del bien y el mal. El «buen humorista» es más gracioso que el «humorista bueno». Hoy, las pantallas siembran entretenimiento y cosechan carcajadas. Estas risas masivas, electrónicamente difundidas, son melodías para cualquier ideología: ríen los fascistas y ríen los buenistas. La libertad de expresión es colonizada por lo provocativo y lo abyecto. El pensamiento se hace caricatura y se mercantilizan las bromas. Daniel Gamper sostiene que los tiempos están maduros para nuevos aguafiestas que pongan palos en las ruedas de la risa. Tras leer este libro no volverás a reír sin antes detenerte a pensar dónde, cómo, cuándo, con quién y por qué lo haces.
En ocasiones, nos asalta la sospecha de que la vida podría ser algo muy distinto a la vida que vivimos. Que tal vez esta no sea más que una apariencia de vida, que quizá se haya vaciado de su esencia sin que nos hayamos dado cuenta y sea solo su simulacro o su parodia; porque nuestras vidas se estancan, se resignan, quedan sepultadas bajo el cúmulo de los días, se alienan y se cosifican bajo la influencia forzosa del mercado y la tecnificación. Que tal vez estemos dejando pasar, sin siquiera darnos cuenta, la verdadera vida.
Pero ¿qué es la vera vita? De Platón a Rimbaud, de Proust a Adorno, esta pregunta se ha mantenido vigente a través de los tiempos. No es la vida bella, o la buena vida, o la vida dichosa, tal y como la ha ensalzado la tradición occidental. No se encuentra, de ninguna manera, en el mercadeo de la felicidad y el desarrollo personal que tanto negocio hacen hoy en día. La vida auténtica no proyecta ningún contenido ideal, ni cae tampoco en la autocelebración propia del vitalismo. Es, por el contrario, el rechazo obstinado a la vida perdida, el no rotundo a la seudovida. La verdadera vida es tratar de resistir a la no-vida, del mismo modo que pensar es resistir al no-pensamiento.
El trabajo de Gilles Deleuze y Félix Guattari ha sido siempre inspirador para arquitectos y teóricos de la arquitectura; se ha citado con frecuencia en este ámbito pero, de forma generalizada, no ha sido bien entendido.
La colaboración de Deleuze y Guattari produjo, entre otras obras, El Anti Edipo: Capitalismo y esquizofrenia. El libro se tomó como un manifiesto en la escena posestructuralista. Se asoció con el espíritu de las revueltas estudiantiles de 1968. Sus ideas promueven la creatividad y la innovación, y su trabajo abarca muchos campos, es complejo y estimulante sin límites. Su mirada sobre la filosofía, la política, el psicoanálisis, la física, el arte y la literatura ha cambiado nuestras percepciones sobre todo lo que se ha cruzado en su camino. Al tomar contacto con sus ideas, la arquitectura se convierte en parte de un entramado vital, enredada en las cosas que pensamos y hacemos, estemos intentando salvar un hábitat o tarareando un estribillo en el paseo de vuelta a casa.
Este libro es una introducción perfecta para cualquiera que desee iniciarse en el pensamiento de estos autores y que esté interesado en el cruce entre arquitectura y filosofía.
Una antigua tradición gnóstica afirma que, antaño, en el cielo se libró una lucha entre los partidarios del arcángel Miguel y los secuaces del Dragón. Los ángeles que no tomaron partido fueron condenados a vivir en la Tierra. Somos, pues, el fruto de una vacilación olvidada, de una antigua incapacidad para elegir que ahora nos obliga, con desespero, a abrazar cualquier causa o cualquier verdad. ¿Cuál puede ser entonces la esencia de la Historia sino el engaño y la insustancialidad? Para apoyar su visión de la Historia, Emil Cioran analiza en Desgarradura los periodos de decadencia, que vislumbran ya su fin y dejan al descubierto la inanidad de cuanto perseguimos y la inutilidad de todo progreso.