A veces, no obstante, gracias a algún guiño del clima, a una asociación de ideas o a cierta alquimia del escenario, percibo en el aire del Estambul actual una traza de Venecia. Sobre todo de buena mañana, cuando una fina bruma cubre aún el Cuerno de Oro y los barcos avanzan a tientas por el mar neblinoso hacia el Bósforo.» Durante seis siglos, la República de Venecia fue un imperio marítimo cuyo poder soberano se extendía por gran parte del Mediterráneo oriental: un imperio de costas, islas y fortalezas aisladas mediante el cual, como escribió Wordsworth, los mercaderes venecianos «mantenían bajo control el magnífico Este». Jan Morris reconstruye este resplandeciente dominio en forma de un viaje por mar, recorriendo las históricas rutas comerciales venecianas desde la propia Venecia hasta Grecia, Creta y Chipre. Seguiremos un itinerario dispuesto geográficamente pero que se mueve a placer entre el pasado y el presente, evocando los paisajes, los sentimientos de los protagonistas de los tumultuosos acontecimientos del pasado veneciano.
Otto Weininger (1880-1903) fue sin duda la figura más controvertida del periodo histórico y cultural conocido como la «Viena fin de siglo», algo así, en palabras de Steven Beller, como su mala conciencia, pues tras su suicidio pasaría a encarnar los rasgos más censurables del periodo: misoginia, antisemitismo y antimodernismo. Después de cursar filosofía y psicología en la universidad de la capital austriaca, donde se doctoraría en 1902, publicó Sexo y carácter, un pionero y provocador estudio que influiría tanto en algunas de las principales luminarias del siglo XX —Ludwig Wittgenstein, James Joyce, Hermann Broch o Elias Canetti— como en la figura epítome de todas sus futuras desgracias, el líder del partido nazi. En El judío favorito de Hitler, el profesor Allan Janik —coautor, junto a Stephen Toulmin, del mítico ensayo La Viena de Wittgenstein—, ha completado el primer estudio verdaderamente exhaustivo en torno a Otto Weininger, disolviendo su aparente enigma, contextualizando sus aportaciones en el marco de la literatura y del pensamiento europeos contemporáneos, y explicando por qué, a pesar de su brevísima vida, infame reputación y opiniones inquietantes, dejó una huella tan profunda en el siglo que apenas vio nacer. Una lectura esencial para quienes se interesan por la filosofía, la cultura y las artes.
Cada periodo histórico y cultural crea sus propios monstruos, dependiendo de los temores y valores que la sociedad va estableciendo y proclamando. La época victoriana, pródiga en seres monstruosos, constituye un momento en el que el sueño de la razón, impulsado por un avance tecnológico y científico sin precedentes, y sustentado por un vasto imperio de ultramar, produjo toda suerte de aprensiones, inquietudes, obsesiones y ansiedades que se plasmaron en la literatura y en el entorno circundante mediante monstruos ficticios e imaginarios... y tristemente reales, como es el caso de Jack el Destripador, producto de aquel tiempo y aquel momento. El primer asesino en serie «moderno» de la historia personifica y culmina de manera espeluznantemente real la monstruosidad que, de manera imaginaria, se venía forjando en las páginas de numerosos autores victorianos.
¿Por qué se consideró la Primera Guerra Mundial «una guerra para acabar con todas las guerras»? ¿Cuáles fueron los factores clave que llevaron al conflicto? ¿Por qué se recurrió tan ampliamente a la guerra de trincheras? Este libro responde a estas y otras muchas preguntas explicando qué sucedió y por qué, y explorando la política, las tácticas y la tecnología detrás de cada fase del conflicto.
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Tanto el estudiante de historia como el experto en la materia o el simple curioso encontrarán este libro sumamente interesante.
¿Qué batallas clave volvieron las tornas a favor de los Aliados? ¿Por qué sucedieron los horrores del Holocausto? ¿Cómo acabó la guerra con los viejos imperios y estableció nuevas superpotencias?
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Con un lenguaje claro, El libro de la Segunda Guerra Mundial desbroza la jerga política y militar, y ofrece concisas explicaciones de los hitos más importantes del conflicto.
Adolf Hitler fue uno de los seis hijos de su madre y uno de los ocho de su padre, fruto de dos de sus tres matrimonios. AloisHitler, de soltero Schicklgruber, era funcionario del servicio de aduanas austriaco, y la combinación de un uniforme imperialcon su tendencia al alcoholismo derivó en que el padre de Hitler fuera un maltratador que pegaba a sus hijos si no eran obedientes al instante.Alois tuvo dos hijos, Alois hijo y Angela, de su segunda esposa, y seis de la tercera, Klara, la madre de Hitler, de los cuales cuatro, todos varones, murieron al nacer o en la infancia. Por lo tanto, el joven Adolf se quedó con un medio hermano, Alois, y una media hermana, Angela, y una hermana completa, Paula, que murió en 1960. Cuando Hitler se suicidó en abril de 1945, todossus hermanos seguían vivos y algunos tenían hijos propios.¿Qué fue de ellos? La respuesta es que nadie estaba realmente seguro hasta que David Gardner publicó este libro tras rastrearpaciente y tenazmente a los parientes vivos de Hitler en Estados Unidos y haberse puesto en contacto con ellos.