En Nexus, Harari contempla a la humanidad desde la amplia perspectiva de la historia para analizar cómo las redes de información han hecho y deshecho nuestro mundo. Durante los últimos 100.000 años, los sapiens hemos acumulado un enorme poder. Pero, a pesar de todos los descubrimientos, inventos y conquistas, ahora nos enfrentamos a una crisis existencial: el mundo está al borde del colapso ecológico, abunda la desinformación y nos precipitamos hacia la era de la I.A. Con todo el camino andando, ¿por qué somos una especie autodestructiva?
A partir de una fascinante variedad de ejemplos históricos, desde la Edad de Piedra, pasando por la Biblia, la caza de brujas de principios de la Edad Moderna, el estalinismo y el nazismo, hasta el resurgimiento del populismo en nuestros días, Harari nos ofrece un marco revelador para indagar en las complejas relaciones que existen entre información y verdad, burocracia y mitología, y sabiduría y poder.
Examina cómo diferentes sociedades y sistemas políticos han utilizado la información para lograr sus objetivos e imponer el orden, para bien y para mal. Y plantea las opciones urgentes a las que nos enfrentamos hoy en día, cuando la inteligencia no humana amenaza nuestra propia existencia.
La información no es el principio activo de la verdad; tampoco una simple arma. Nexusexplora el esperanzador término medio entre estos extremos.
Una lóbrega tarde de noviembre de 1862, un rústico féretro recibía sepultura en medio de un escalofriante silencio, sin lamentos ni panegíricos por orden expresa del comisionado británico: «No debe quedar rastro que distinga el lugar donde descansen los restos del último mogol». El cadáver que ocupaba el ataúd era el de Bahadur Shah Zafar II, uno de los monarcas más tolerantes y gentiles de una extraordinaria dinastía que se vio al frente de un violento alzamiento, el motín de la India, condenado de antemano al fracaso. El sangriento sitio de Delhi, el Stalingrado del Raj, será su fin, el ocaso de su dinastía y el fin de una cultura incomparable.
Bahadur Shah Zafar II, el último emperador mogol por cuyas venas corría la sangre de Tamerlán y Gengis Khan, fue un místico, un gran poeta y un hábil calígrafo que, aunque privado del poder político real por la Compañía de las Indias Orientales, se rodeó de una brillante corte y presidió uno de los grandes renacimientos culturales de la historia de la India. En 1857, fue la bendición de Zafar a la rebelión de los cipayos de la Compañía la que transformó lo que en principio parecía un simple motín en el levantamiento más grande que el Imperio británico tuviese jamás que sofocar. El libro El último mogol. El ocaso de los emperadores de la India es un retrato de la deslumbrante Delhi que Zafar personificaba, la historia de los últimos días de la gran capital mogola y de su destrucción final en la catástrofe de 1857.
Es sabido que la Alemania nazi asesinó cerca de seis millones de judíos. Lo que no lo es tanto es que, junto al horror del Holocausto, los regímenes de Hitler y de Stalin asesinaron a otros ocho millones de civiles, la mayoría mujeres, niños y ancianos, solo en lo que Timothy Snyder denomina las «Tierras de Sangre».
Se suele identificar el horror del siglo xx con los campos de concentración. Sin embargo, la mayoría de las víctimas del nacionalsocialismo y del estalinismo nunca vio un campo de concentración ni de exterminio. Del mismo modo, los asesinatos en masa en Europa suelen asociarse con la muerte en cámaras de gas. Pero no fue el gas el método más empleado. Más de siete millones de civiles y prisioneros de guerra murieron porque se les negó la comida.
Por primera vez, el historiador Timothy Snyder describe en este libro la amplitud del horror que supuso el asesinato de catorce millones de ciudadanos europeos en solo doce años, los que van desde 1933 a 1945. El presente estudio implica aspectos militares, políticos, económicos, sociales, culturales e intelectuales, y se basa en la extensa documentación aparecida con la apertura de los archivos de la Europa oriental y los testimonios de las víctimas y de algunos verdugos.
Las Tierras de sangre no son un territorio político real o imaginario: son simplemente los lugares donde los regímenes políticos de Europa realizaron su obra más mortífera.
Entre la caída del Muro de Berlín y el atentado de las Torres Gemelas hubo un periodo en la historia que quienes lo vivieron creen recordar bien, porque no parece quedar tan lejos, y creen recordar sin nostalgia, porque no parece que pasara gran cosa. Para esas personas —los boomers y los integrantes de la Generación X—, los noventa son poco más que la época en la que Bill Clinton tuvo una aventura con una becaria e internet empezó a cambiar nuestras vidas.
Pero del inicio de esa década han pasado más de treinta años, muchos de los fenómenos que la protagonizaron se han desdibujado en el recuerdo y apenas somos conscientes del giro copernicano que significó todo lo ocurrido en esos años. Tampoco de la evolución cultural que supone haber pasado de la apatía que reinaba en los noventa a una era como la actual, en la que las redes sociales han convertido a las personas en marcas.
Una obra total sobre la experiencia de la guerra.
El aclamado historiador Antony Beevor vuelve a maravillarnos con su narración del Día D. Tras largos años de trabajo en archivos que sus predecesores no pudieron consultar (más de treinta, en media docena de países), ha escrito lo que nos parece una obra total sobre la experiencia de la guerra: los preparativos de la invasión de Normandía por las fuerzas aliadas, la disciplinada resistencia de los soldados alemanes, el enfrentamiento, terrible, en las cabezas de playa, el penoso avance en territorio francés con batallas tan eras como las que se libraban en el frente oriental, el calvario de los civiles franceses masacrados por ambos bandos, las miserables disensiones entre los jefes militares, o la visión, casi insoportable, de la exacción más terrible de la guerra: los heridos, los desnudos y los muertos.
En República mortal, el premiado historiador Edward J. Watts presenta una nueva historia de la caída de la República de Roma que explica por qué los ciudadanos romanos cambiaron la libertad por la dictadura. Durante siglos, al tiempo que Roma se convertía en la principal potencia militar y política del Mediterráneo, sus instituciones de gobierno, reglas parlamentarias y tradiciones políticas lograron fomentar la negociación y el compromiso. Sin embargo, a partir del año 130 a.C., dirigentes romanos como Sila, Pompeyo, Marco Antonio o Julio César empezaron a usar cada vez más las instituciones para buscar el lucro individual y obstaculizar a sus rivales, hasta que los enfrentamientos entre los políticos dieron paso a la violencia política en las calles. El terreno estaba abonado para unas guerras civiles destructivas y, al final, el reinado imperial de Augusto. Por encima de todo, la República romana enseña a los ciudadanos de nuestros días los peligros de consentir la obstrucción política y coquetear con la violencia. La historia de Roma demuestra con claridad que, cuando los ciudadanos miran hacia otro lado para no ver que sus dirigentes tienen comportamientos corrosivos, su república está en peligro de muerte.