Los que piensen que no puede haber épica proletaria, que la épica es propiedad de los griegos de las Termópilas, de los jinetes azules de Custer o de los estudiantes del 68, están equivocados: a principios del siglo pasado, entre proletarios de humeantes fábricas oscuras, bares de mala muerte, calles sin farolas, barrios hacinados y sueldos casi inexistentes, se gestó un levantamiento obrero cuya protagonista fue una Cataluña enloquecida, que parecía habitar en un universo distinto.
En este ambicioso proyecto, Paco Ignacio Taibo II recorre los vericuetos del movimiento anarcosindicalista más importante de España, que demostró que tanto el Estado como el «reino» de los burgueses son aparatos que tiemblan ante las multitudes que se rebelan. Que sean fuego las estrellas es una historia de proletarios y burgueses, y de la reivindicación de aquellos principios que hoy, equivocadamente, parecen de mal gusto: el deseo de justicia y libertad.
Erika Fatland nos conduce en esta obra a las alturas vertiginosas del legendario Himalaya, la vasta cordillera que serpentea a través de cinco países en los que el islam, el budismo y el hinduismo se mezclan con ancestrales creencias chamánicas. Innumerables lenguas y culturas muy distintas entre sí cohabitan en los recónditos valles del llamado techo del mundo.
El fin de la República fue, desde el punto de vista de las fuentes romanas, un largo siglo marcado por guerras civiles: Mario contra Sila, César contra Pompeyo y Octaviano contra Marco Antonio. Guerras que podrían parecer solo ajustes de cuentas entre facciones romanas, interrumpidas por campañas contra bárbaros o rebeldes, pero, en realidad, fueron algo mucho más complejo.
Desde Hispania hasta Mesopotamia, la perspectiva se volvió global. Porque ante esta expansión, bereberes, hispanos, galos, griegos, tracios y armenios ocuparon la primera fila de estos espectáculos trágicos de las guerras civiles romanas de las que dependía su destino, por lo que fueron más que peones en el tablero del Imperio romano. Junto a Octaviano o Antonio, hubo otros extranjeros menos conocidos que Cleopatra implicados en el Gran Juego entre Roma, los partos y los demás pueblos vecinos: el moro Bogud, el cilicio Tarcondimoto y el armenio Atravasdes, que influyeron en la política interna republicana.
Un compendio fascinante de mitos, leyendas y realidades históricas
¿Existió la ciudad de la Atlántida? ¿Pronunció Julio César las famosas palabras «¿Tú también, hijo?», antes de morir? A veces, la narración patrimonial y literaria difiere de los hechos. Así, este libro, escrito con afán divulgativo, pretende transitar por la delgada línea roja que separa los relatos de tintes legendarios y folclóricos, y el mundo real. David Hernández de la Fuente, respetado clasicista, nos ofrece un mosaico de anécdotas y momentos controvertidos de la Antigüedad, destacando curiosidades sobre ciudades míticas, sucesos y personajes clave de la historia.
Cada día Gabriel Zuchtriegel camina por las callejuelas de la antigua ciudad de Pompeya, destruida y enterrada viva en menos de dos días en el año 79 d.C. Estas inspecciones, excavaciones y proyectos de restauración y accesibilidad lo ponen en contacto con la fragilidad de un sitio único en el mundo y hacen que se desplieguen ante él la belleza del arte antiguo y la fugacidad de la vida humana. Ante los moldes de las víctimas de la erupción del Vesubio, pero también ante la escultura de un niño pescador al que la lava encontró dormido, que le recuerda a su hijo, se pregunta: «¿Qué tiene que ver Pompeya con nosotros? ¿Qué tienen que decirnos hoy nuestros antepasados?».
En La magia de las ruinas, el director del Parque Arqueológico de Pompeya lleva a los lectores a un viaje a través de los siglos por un escenario encantado, donde el pasado y el presente se mezclan de manera asombrosa. Es un viaje hecho de descubrimientos, desde las primeras excavaciones del siglo XVIII hasta los hallazgos más recientes, que arrojan nueva luz sobre la vida de los esclavos y los pobres en la ciudad y su territorio.
Recorre la historia de la arqueología moderna, intrínsecamente ligada a la de Pompeya, una disciplina que al principio solo se interesó por las obras de arte extraídas de la tierra, pero gradualmente entendió que el verdadero tesoro que nos han dejado las cenizas del Vesubio comprende mucho más: rituales antiguos, cultos misteriosos, transgresiones y erotismo, la historia social y cultural de una civilización, sus obsesiones y esperanzas. Son temas estrechamente entrelazados con nuestro presente y con la biografía de cada uno de nosotros, como demuestra el propio Zuchtriegel al hablar también de sus experiencias personales y profesionales, sin omitir los momentos de duda y las dificultades encontradas en el viaje que lo llevó desde una pequeña población alemana al sitio arqueológico más famoso del mundo.
Con Augusto acaba la República y se inicia el Imperio. Acaba el mundo antiguo y la civilización romana se hace universal, así comienza el mundo moderno.
Con el Imperio, la ciudadanía acabará dejando de ser un privilegio de una minoría opresora, a un derecho de nacimiento que integrará a todos por igual, y las viejas ciudades-estado como Atenas, Esparta, Cartago, o más tarde Roma, serán sustituidas por el concepto de nación.
El censo de Augusto fue el instrumento que operó esa revolución silenciosa sobre la que pivota indefectiblemente nuestra civilización occidental: la ciudadanía universal, con la nación como garante de los derechos y libertades inherentes a esa ciudadanía.
Y mientras esos gigantescos avances jurídicos y políticos, que cambiaron el mundo para siempre, empezaban a ponerse en marcha en tiempos de Augusto, en uno de los pueblos más alejados e insignificantes del Imperio, en Belén de Judea, nacía la primera persona de la que tenemos constancia histórica que formó parte de ese primer censo de Augusto: Jesús de Nazaret. ¿Casualidad?