Hace unos años, Linda Kinstler se enteró de que un hombre que llevaba décadas muerto —un nazi que había pertenecido al mismo comando asesino que su abuelo— era objeto de una investigación judicial en Letonia. Se trataba de Herberts Cukurs, el «carnicero de Riga», un célebre aviador que, tras la Segunda Guerra Mundial, huyó a Brasil hasta que el Mosad lo asesinó en 1965. Debido a la desidia de la fiscalía y al blanqueamiento de la biografía de Cukurs en nombre del orgullo patrio, existía el riesgo de que el proceso desembocara en su absolución. Como sucedía en otros lugares de Europa, algunos hechos incontestables y arduamente probados del Holocausto eran puestos en tela de juicio al mismo tiempo que morían sus últimos supervivientes, es decir, sus últimos testigos legales.
Guiada por las reflexiones del estudioso Yosef Yerushalmi, que se pregunta si el antónimo del olvido no es la memoria sino la justicia, Kinstler investiga la historia de su familia y se sumerge en los archivos de diez países para reflexionar sobre los desafíos legales y morales que presentan los crímenes del nazismo en pleno siglo xxi. ¿Cómo defender la verdad y la dignidad de las víctimas cuando se apagan sus voces? ¿Qué papel le corresponde a la justicia en una época en que, al amparo de ideologías ultranacionalistas, proliferan la negación y el revisionismo?
En un planeta en el que la evolución ha sido posible en gran parte gracias a la cooperación, los seres humanos combaten y se exterminan desde hace milenios por, parafraseando a Carl Sagan, «convertirse en amos momentáneos de una pequeña fracción de un pequeño y pálido punto azul no más grande que una mota de polvo suspendida en un rayo de sol».
Cada guerra, cada batalla, cada pequeña escaramuza armada, cada uno de estos sinsentidos ha provocado la muerte de millones de víctimas: soldados y civiles inocentes, sí, pero también la de millones de animales que han sido forzados a tomar parte en un conflicto que no era el suyo. Infinidad de muertes que para la historia han pasado completamente desapercibidas: cerdos en llamas, elefantes de combate, palomas espías y mensajeras, perros kamikazes cargados de explosivos, caballos, delfines detectores de minas y explosivos, mascotas amigas en el frente…
«Animales de combate» es un recorrido histórico del crucial papel que los animales han tenido en la historia militar a lo largo de los siglos, así como un pequeño homenaje a todos aquellos que perdieron la vida por las desmedidas ansias de poder y codicia del animal humano, que tantas veces ha arrasado todo a su paso.
¿Y si los piratas no fueron salvajes apátridas movidos por la simple acumulación de riquezas y tesoros? ¿Y si el inicio de nuestra modernidad no hubiera tenido lugar en el corazón de Europa sino en una República pirata del Madagascar del siglo XVII? ¿Y si la Ilustración ya no fuera tan europea como pensábamos? Estas preguntas nacen del trabajo de campo que David Graeber realizó en Madagascar sobre la historia de la esclavitud, la magia y las políticas de la isla. Su encuentro con los Zana-Malata, una etnia descendiente de los primeros piratas que se asentaron en la isla en el siglo XVIII, le impulsó a profundizar en las relaciones sociales y de poder dentro de la comunidad. Sin dejarse llevar por la bruma que envuelve las leyendas de piratas y basándose en documentos y archivos de la época, el autor arroja luz sobre cómo las formas protodemocráticas de lo que los bucaneros implantaron en la isla pudieron influenciar el pensamiento ilustrado europeo. Reales o imaginarias, estas olvidadas sociedades pueden enseñarnos insospechadas posibilidades en un futuro cada vez más incierto. La Ilustración pirata es la última pieza del legado intelectual de Graeber y culmina las ideas que motivaron la escritura del bestseller El amanecer de todo. Es una vibrante historia de reinos piratas y tesoros escondidos pero también es una brillante incursión a formas antiguas de autogobierno y democracia radical en los límites del imperio.
Las Guerras Apaches fueron el conflicto más largo librado por Estados Unidos, que se prolongó durante un cuarto de siglo y marcó la historia del suroeste americano y el norte de México. Una tierra de frontera inhóspita y desolada, infestada de bandoleros, donde cada planta tenía una púa, cada insecto un aguijón, cada pájaro una garra y cada reptil un colmillo: la Apachería. Durante más de dos décadas, los guerreros apaches, duros como su tierra, fogueados por siglos de lucha contra los españoles, pelearon contra los intentos mexicanos y estadounidenses por acabar con su forma de vida. Su conocimiento del terreno, su movilidad y una cultura guerrera que no conocía la misericordia, les convirtieron en un enemigo terrible y formidable.
Para Winckelmann, la belleza del arte trasciende el tiempo y el espacio, por eso es tan importante que tengamos las herramientas adecuadas para comprenderlo. Estas páginas, que se publicaron por primera vez en Dresde en 1764, son un recorrido por las de la continuidad del arte a través de distintas civilizaciones completamente novedosa. manifestaciones artísticas del mundo antiguo partiendo de la idea de que, como la vida, han sufrido un proceso evolutivo. Pasando por egipcios, etruscos, persas y romanos, se detiene a analizar en profundidad el arte de los griegos, lo que proporcionó una visión de la continuidad del arte a través de distintas civilizaciones completamente novedosa. Su ojo crítico con lo que se venía haciendo hasta la fecha y su atención al detalle convirtieron esta en una obra de referencia e inspiración para grandes artistas y teóricos como Goethe o Schiller; aún hoy, continúa siéndolo para todo aquel que se acerque al estudio del arte clásico.
En agosto de 1914, la historia de la humanidad cambió su curso. Después de un largo período de engañosa calma, ese mes de verano tronaron los cañones en Europa y empezó la Gran Guerra. Con el estallido del conflicto, ya no hubo vuelta atrás: se abrió un abismo entre un mundo que moría y otro que marcaría el devenir del convulso siglo XX.
Gracias a una increíble labor de investigación y una asombrosa capacidad narrativa, Barbara W. Tuchman alumbró el mejor libro sobre la Primera Guerra Mundial —y uno de los Pulitzer de no ficción más renombrados—, indispensable para entender el mundo que se abrió hace 100 años con el final del conflicto.