HISTORIA DE BRITANIA. De Roma a la conquista normanda Los cuatro siglos de conquista y dominio del Imperio romano en Britania dejaron una profunda huella, pero la historia de la isla cuando Roma decidió abandonar la isla, a principios del siglo v, no es menos apasionante. Primero vendrán las oleadas de anglos, jutos y sajones. De las brumas de estos combates entre britanos y sajones nacen muchos nombres que han pasado a la historia –Vortigern, Ambrosio Aureliano, Hengistm, Horsa…– y emerge, incluso, la silueta de un personaje entre la historia y la leyenda: el rey Arturo. Más adelante, a partir de finales del siglo VIII, Britania será testigo de la llegada de los hombres del norte, hoy en día conocidos como «vikingos». Estos invasores se hicieron con el dominio de prácticamente todos los reinos anglosajones; sólo Wessex resistió, a duras penas, gracias a Alfredo el Grande, cuya tarea fue continuada por sus descendientes: Eduardo el Viejo, Æthelflaed, señora de los mercios, y Æthelstan, considerado el primer rey de Inglaterra tras la batalla de Brunanburh en 938.
Con la destrucción de Cartago, Roma se quedó sin un enemigo a su altura y con el Mediterráneo convertido en una suerte de lago privado. Solo una potencia podía interponerse en su destino: la propia Roma. Los años finales de la República estuvieron marcados por las conspiraciones, las guerras civiles y la transgresión de todos los límites legales. La sangre a borbotones de las legiones y de los políticos romanos marcaron los años finales de un sistema político que colapsó antes de evolucionar hacia un imperio que dominaría medio planeta.
¿Fueron los líderes políticos los que determinaron el turbulento siglo XX o fueron simplemente hijos de su tiempo?
¿En qué medida el turbulento siglo XX europeo estuvo dterminado por las acciones de los líderes políticos? ¿Fueron ellos los que configuraron el siglo o fueron hijos de su tiempo?
El siglo XX fue testigo del ascenso de gobernantes que dominaron una gran variedad de instrumentos de control, persuasión y muerte. En el contexto de profundos cambios sociales y despiadadas guerras, estos dirigentes de algún modo obtuvieron la capacidad de hacer lo que desearan sin importar las consecuencias para los demás. ¿Qué tenían estos líderes y la época en la que vivían que les permitía un poder tan ilimitado? ¿Y qué hizo que esa época llegara a su fin?
De manera convincente y lúcida, Ian Kershaw nos propone una serie de ensayos interpretativos sobre la manera en que algunas personalidades políticamente insólitas obtuvieron y ejercieron el poder, desde los que operaron a gran escala como Lenin, Stalin, Hitler o Mussolini, hasta los que tuvieron un impacto más nacional como Tito y Franco, pasando por otros nombres fundamentales del siglo XX como Churchill, de Gaulle, Adenauer, Gorbachov, Thatcher y Kohl.
Un estudio apasionante del más célebre de todos los poemas épicos, de la mano de uno de los principales clasicistas de nuestros tiempos
La Ilíada de Homero, el famoso poema épico ambientado en las orillas de una Troya asediada, explora la divina cólera del héroe Aquiles y cómo esta causó infinitos daños a griegos y troyanos. A pesar de haber sido compuesto hace más de 2600 años, las historias sobre pérdida y duelo, amor y venganza, bajo una vigilancia ineludible por parte del caprichoso panteón griego, siguen siendo un tema fascinante que ha trascendido al imaginario común. Sin embargo, grandes interrogantes prevalecen sobre este enigmático poema: ¿dónde, cómo y cuándo se compuso?
Combinando la pericia detallada de un historiador con la sensibilidad poética de un verdadero maestro de épica, Lane Fox aborda estas cuestiones con gran erudición basándose en otros poemas heroicos compuestos en diversas partes del mundo y en las pruebas cada vez más numerosas y convincentes proporcionadas por la arqueología.
En este homenaje soberbiamente escrito tras cincuenta años de lectura e investigación, Lane Fox nos ofrece un magnífico recorrido por la Ilíada, revelando porqué el poema ha perdurado durante siglos y miles de lectores aún acuden a él año tras año.
Eric R. Wolf reconsidera la historia en cuanto ha sido decidida no sólo por los grandes acontecimientos, los movimientos religiosos y políticos y las inclinaciones o necesidades económicas, sino también por esos testigos y víctimas involuntarios de los grandes cambios o evoluciones del acontecimiento humano.
Cuando Felipe II encomendó en 1567 el gobierno de los Países Bajos a Fernando Álvarez de Toledo, III duque de Alba, el experimentado militar, de sesenta años de edad, se puso en camino hacia Bruselas con un cometido claro: castigar a los rebeldes que se habían alzado contra el rey el año anterior, perseguir la herejía protestante y modernizar las finanzas del país. Alba tuvo que bregar con burgomaestres y abades díscolos, con una población que observaba con temor a los soldados españoles veteranos llegados con el duque, y con las incursiones de los mendigos del mar, piratas empleados por Guillermo de Orange, el principal líder de los rebeldes huidos al extranjero. El descontento de la población ante las políticas defensivas y fiscales del duque de Alba se agravó por una serie de catástrofes naturales en forma de inundaciones y malas cosechas, y desembocó en 1572 en la revuelta masiva de Flandes desencadenada por la conquista de la ciudad holandesa de Briel el 1 de abril de aquel año por los mendigos del mar. La rebelión se extendió con rapidez de norte a sur de los Países Bajos y enfrentó a Alba al mayor desafío con el que se había topado hasta ese momento.