En 1839 los rumores sobre unas extraordinarias ruinas de piedra enterradas en las selvas de Centroamérica llegaron a oídos de dos de los exploradores más intrépidos del mundo.
Cautivados por las noticias, el diplomático norteamericano John Lloyd Stephens y el artista británico Frederick Catherwood —ambos ya conocidos por sus aventuras en Egipto, Tierra Santa, Grecia y Roma— zarparon del puerto de Nueva York en una expedición a las inhóspitas selvas de los territorios actuales de Honduras, Guatemala y México.
Lo que descubrieron cambiaría drásticamente el entendimiento de Occidente respecto a la historia humana.
«America, land of opportunity», ¿cuándo se forjó la leyenda? ¿Qué empujó a hombres, mujeres y niños a emigrar por miles a la costa del Pacífico? ¿Le suenan los nombres de Jesse James, Toro Sentado y Buffalo Bill? ¿Cómo prosperaron Luzena Wilson o Belinda Mulrooney? ¿Qué se escondía tras el oro de las minas de Colorado? ¿Cuál era realmente la ley de la frontera? ¿De qué modo defendieron los lakota las Colinas Negras frente a los crow y los invasores blancos? ¿Sabía que aquí nació la barbacoa moderna y que un español fue el primer foráneo en hablar de ella? ¿John Wayne o Clint Eastwood: qué hay de cierto en la imagen que nos ha llegado de los vaqueros? Además de la afición al póquer y los rodeos, ¿qué legó el Oeste a los Estados Unidos?
La historia del lejano Oeste permanece envuelta en las brumas del mito y la ficción, y la naturaleza turbulenta y salvaje de este tiempo de asaltos a trenes, violentos tiroteos, peligrosos arreos de ganado y mortales emboscadas indias no parece alejarse mucho de esa idea literaria. Pero ¿qué fue de verdad aquel mundo aparte más allá del Misisipi? Nada más y nada menos que la tierra donde hundió sus raíces el sueño americano.
Escombros, ceniza y huesos, esto son los restos que a menudo nos encontramos al explorar un antiguo campo de batalla o las ruinas de una aldea, tierra arrasada que esconde miles de historias, desde los últimos suspiros de un soldado caído a los gritos ahogados de una familia asolada por la guerra. A menudo el rápido suceso de acontecimientos que comprendemos como historia nos ha entumecido a estas realidades traumáticas, desvinculándonos de la violencia y sufrimiento que abarca y que raras veces nos conmociona.
Solemos olvidar que detrás de la destrucción y la barbarie se encuentran personas, sus recuerdos y esperanzas silenciados por el filo de una espada; relatos humanos recurrentes que hacen de la historia algo palpitante y tangible.
Con la arqueología como herramienta, Alfredo González-Ruibal nos ayuda a afinar el oído, a escuchar estos susurros y descifrar sus relatos de violencia y agresión, acercándonos a la realidad sin los tintes opacos de la guerra o la ideología. Son precisamente estos últimos vestigios los que hablan con mayor elocuencia sobre nuestra naturaleza y su perturbadora inclinación a la destrucción.
A partir de 1492 se suceden, desde España, diversas expediciones a las Américas con el deseo de explorar el nuevo continente. Algunas han sido publicadas, otras no. Entre estas últimas cabe destacar Naufragio y peregrinación, que narra las peripecias de la expedición que partió de Sevilla en 1594 y que acabó naufragando frente a las costas del Pacífico de los actuales países de Colombia y Ecuador (la temida Costa de las Esmeraldas). El autor narra las penurias de los supervivientes que caminaron durante meses por tan peligrosa costa, vadearon ríos, se envenenaron comiendo lo primero que encontraban, e incluso llegando a cavar sus propias tumbas.
Hoy por hoy solo conservamos un ejemplar en el mundo de este singular libro. Su prosa es tan impresionante que sin duda está destinado a convertirse en un clásico imprescindible de las letras áureas.
Sonia Taravilla es una profesional del sector cultural que desde hace una década gestiona la exitosa cuenta en redes sociales El Sereno de Madrid. A través de sus redes y bajo el seudónimo de “El sereno” da a conocer aspectos históricos, artísticos y sociales de Madrid a través de los siglos, haciendo hincapié en el XIX y XX.
En su primer libro a modo de crónica social homenajea a los habitantes de la Villa y Corte, representados por sus oficios y dando a conocer tanto a personajes ilustres como anónimos, quienes con sus vivencias y experiencia contribuyeron a dar a la ciudad su inigualable personalidad.
Una vuelta al mundo a través del lenguaje y la nieve
Cada idioma tiene sus propias palabras para los mágicos e hipnóticos copos que caen del cielo. En esta exquisita exploración de la nieve, la escritora y viajera ártica Nancy Campbell, autora de la elogiada La biblioteca de hielo, profundiza en los significados de cincuenta palabras para designar la nieve.
En japonés nos encontramos con yuki-onna, una «mujer de nieve» que recorre a la deriva la tierra escarchada. En islandés tenemos hundslappadrífa, «copos de nieve tan grandes como la pata de un perro». Y en maorí hablan de Huka-rere, «uno de los hijos de la lluvia y el viento».
Desde las cimas de las montañas y los mares helados hasta los parques urbanos y las colinas desérticas, cada uno de estos cristales de nieve lingüísticos ofrece todo un mundo de mitos e historias.
Existen innumerables obras de viajes por las tierras más exóticas. Pero ninguna donde la travesía se prolongue cuarenta años. Esta gesta, al alcance de muy pocos, ha marcado la existencia de uno de los aventureros más extraordinarios del siglo XX. Y también uno de los más generosos y entregados.
Quien se adentra en las páginas escritas por este pionero de los hielos del Ártico tendrá la extraña sensación de sumergirse en un mundo casi desaparecido. Pero como les sucedió a quienes leyeron estas crónicas en los años cincuenta y sesenta, viajarán con su imaginación por las tierras que se extienden desde las regiones akulurakeñas hasta la desembocadura del Yukón.
La vida se hace aquí literatura y la literatura cobra vida. Los azarosos viajes en trineo se entremezclan con las crónicas de la vida en la tundra implacable. Los retratos de personajes singulares y llenos de humanidad, casi primitiva, se interrumpen con las reivindicaciones políticas en el Congreso de Alaska en favor de unas mejores condiciones de vida. Y todo ello salpicado de interesantes reflexiones sobre los valores y motivaciones que hacen a los hombres hermanos de camino en cualquiera de los puntos cardinales.
En el año 2015, las circunstancias obligaron a Eduardo Bravo a ingresar en el universo precario y acalambrado del periodismo freelance. Acuciado por el ritmo vertiginoso de la profesión y la propia naturaleza del oficio, a lo largo del lustro siguiente tuvo que escribir más de mil artículos —cerca de cinco por semana—, muchos de los cuales aparecieron en algunas de las cabeceras más prestigiosas del país. El presente volumen recoge una selecta muestra de esa amplísima y notable producción, y ofrece al lector la oportunidad de conocer a una de las voces más refrescantes y atractivas del panorama periodístico actual.
Los textos de Bravo comparten un mismo estilo —sobrio, elegante, medido—,una misma sensibilidad y, sobre todo, un mismo territorio sentimental y conceptual: el siglo XX, de cuyos márgenes, fisuras, grietas, pliegues y dobleces el autor ha conseguido trazar un mapa apasionante y cautivador. Por las páginas de estas «historias raras» circula toda una galería de personajes excesivos, geniales, lamentables, crueles y depravados: desde el Dioni hasta Ceaucescu, pasando por el humorista Lenny Bruce, la terrorista Ulrike Meinhof, el general Perón o el director de cine Russ Meyer. El ejemplo de sus vidas y las extravagantes peripecias que vivieron sirven para iluminar la cara oculta de ese periodo histórico al que dijimos adiós con la caída del Muro de Berlín.
Los que piensen que no puede haber épica proletaria, que la épica es propiedad de los griegos de las Termópilas, de los jinetes azules de Custer o de los estudiantes del 68, están equivocados: a principios del siglo pasado, entre proletarios de humeantes fábricas oscuras, bares de mala muerte, calles sin farolas, barrios hacinados y sueldos casi inexistentes, se gestó un levantamiento obrero cuya protagonista fue una Cataluña enloquecida, que parecía habitar en un universo distinto.
En este ambicioso proyecto, Paco Ignacio Taibo II recorre los vericuetos del movimiento anarcosindicalista más importante de España, que demostró que tanto el Estado como el «reino» de los burgueses son aparatos que tiemblan ante las multitudes que se rebelan. Que sean fuego las estrellas es una historia de proletarios y burgueses, y de la reivindicación de aquellos principios que hoy, equivocadamente, parecen de mal gusto: el deseo de justicia y libertad.