1930. Josefina Carabias conoció a Azaña cuando ella era una joven de veintidós años que ni siquiera pensaba en dedicarse al periodismo. Él tenía cincuenta y comenzaba a labrarse una carrera política que le llevaría desde el Ateneo de Madrid hasta ser una figura fundamental en la Segunda República. Durante la siguiente década, ambos compartirán muchos momentos en un clima de efervescencia política y social, hasta la muerte de Azaña en Francia, en 1940.
Huyendo de lo que se espera de una biografía, Carabias nos dejó un libro que es mucho más que una semblanza personalísima de un hombre de ideas que tropezó con la amarga realidad de España. Azaña es también una crónica vívida del Madrid de una época irrepetible, el de las tertulias en cafés, la universidad, el Ateneo y el voto femenino, por el que se pasean personajes como Unamuno y Valle-Inclán. Y es, sobre todo, un ejercicio literario vibrante a la altura de autores contemporáneos como Manuel Chaves Nogales.
Carabias no sólo fue una pionera del periodismo en nuestro país, sino una mujer con una vida apasionante y testigo privilegiada de algunos de los momentos más relevantes del siglo xx. Como afirma Elvira Lindo en el prólogo, «este libro tiene que llegar a las manos de quienes sueñan con ser periodistas, de quienes ya lo son, de las mujeres que anhelan un ejemplo de coraje, de los que no lo leyeron en su momento, de los que no lo han incluido en su listado de crónicas fundamentales de la República».
Si este libro fuese una serie de fechas y datos sueltos, no sería un libro de historia: sería un almanaque. Sí, hay hechos probados, pero a menudo la forma en la que se cuentan dice mucho más de nosotros mismos que de la historia en sí.
Aquí no solo leerás acerca de la batalla de Covadonga, entenderás lo que significa para la construcción de la idea de España; no solo te contará que Colón llegó a América en 1492, descubrirás cómo se gesta «el fin» de una edad. La lista de los reyes godos, la leyenda negra, la presencia árabe en la península… No memorices la historia: compréndela.
Suetonio (c. 70 – después de 126) es el biógrafo por antonomasia de la literatura latina. Originario del norte de África, hizo carrera en la administración imperial de Roma con cargos de gran responsabilidad bajo los reinados de Trajano y Adriano. Esto le dio un acceso privilegiado a los archivos privados de los emperadores, una fuente de información valiosísima que le permitió enriquecer su obra centrada en los doce primeros césares: de Julio César a Domiciano.
Como todas las biografías escritas por Suetonio, la de Calígula se centra no tanto en asuntos públicos que no afectaban personalmente al emperador, sino en su trayectoria vital enriquecida con detalles y noticias sobre sus costumbres y su conducta. El resultado es el retrato más vívido y truculento de uno de los gobernantes más infames que tuvo Roma.
Durante mucho tiempo se ha creído que la prosperidad había aumentado gradualmente en la Historia. Sin embargo, se trata de una distorsión, porque este avance no se tradujo en mejoras en la calidad de vida. ¿Por qué el ser humano vivió estancado la mayor parte de su existencia? ¿Qué inició la enorme transformación de nuestros niveles de vida hace tan solo doscientos años? ¿Y por qué ese progreso ha derivado en una desigualdad tan grande?
A partir de estas tres cuestiones, Oded Galor, economista y pensador, desvela las claves para entender dos misterios de la evolución de la humanidad: el progreso y la desigualdad. Al rastrear nuestra trayectoria y sustraer las influencias más evidentes, Galor llega a la explicación última de las causas de este desequilibrio y nos descubre el papel esencial que han tenido la diversidad genética y la riqueza geográfica en nuestro desarrollo.
Una perspectiva innovadora que hace que nos replanteemos la comprensión de nuestra historia para encarar el futuro con una mirada esperanzadora y que contiene las claves no solo de la prosperidad de nuestra especie, sino de nuestra supervivencia.
Historia de Roma ofrece una serie de retratos apasionantes y veraces que iluminan en sus justos terminos a los protagonistas de aquella epoca irrepetible.
Los próceres y las personalidades de Roma no eran distintos del común de los mortales. Cesar fue un mujeriego toda su vida y se avergonzaba de su calvicie, pero eso no desmerece su grandeza militar y estadista. Augusto no dedicó todo su tiempo a organizar el Imperio, sino que parte del mismo lo ocupó en combatir la colitis y los reumatismos...