En agosto de 1942, una asediada Malta estuvo a pocas semanas de rendirse porque sus 300.000 habitantes ya no podían ser alimentados. Churchill tomó la decisión personal de salvar a toda costa la “isla fortaleza”. No se trataba simplemente de una cuestión de estrategia, sino de prestigio nacional, cuando la fortuna y la moral de Gran Bretaña habían caído a su punto más bajo.
Por las páginas de este libro veremos desfilar catastróficos hundimientos de buques, junto con luchas por rescatar a los supervivientes y salvar los barcos siniestrados. Max Hastings describe esta historia como una de las más extraordinarias que jamás haya contado. Hasta las últimas horas, ningún participante de ninguno de los dos bandos pudo saber cuál sería el resultado de una epopeya de suspense y valor en tiempos de guerra.
El relato complementario de una época apasionante
Diecisiete periodistas, una mesa, un invitado de excepción y una consigna: estrictamente confidencial. En 1979, un grupo de jóvenes reporteros con ganas de informarse sobre los resortes de la naciente democracia impulsó una serie de encuentros off the record con sus protagonistas. El primer invitado fue Felipe Gónzalez y, a partir de ahí, cada jueves durante cuarenta años, desfilaron por estas sesiones clandestinas en hoteles y restaurantes las personalidades que forjaron la Transición.
En los cuadernos de los integrantes del Grupo Crónica se encuentra «la otra historia de la Transición». Este libro reúne los testimonios directos de estos periodistas irrepetibles que tomaron el pulso al país y rescata el rico anecdotario de sus encuentros con políticos, empresarios o dirigentes religiosos: el habano de Esperanza Aguirre, el veto a Zapatero, los enfados de Fraga, la curiosidad del entonces Príncipe Don Felipe, las confidencias de Mario Conde, Alfonso Guerra, Jordi Pujol…
A través de sus recuerdos accedemos a un tiempo de cambio e ilusión que, en los últimos años, ha vuelto al debate público. ¿Fue la Transición un éxito sin paliativos? ¿Ha fallado lo que algunos llaman «el régimen del 78»? Los integrantes de Crónica desmenuzan de forma amena la intrahistoria del país, desde el asesinato de Carrero Blanco al 23-F, y más allá, para extraer conclusiones sobre los cimientos en los que se asienta nuestra vida política.
A partir de una ingente documentación inédita del archivo personal de José Luis de Arrese durante su primera etapa como ministro secretario general de FET y de las JONS entre 1941 y 1945, Joan Maria Thomàs explica en Postguerra y Falange cómo se consolidó el partido único como fundamental brazo civil organizado del Régimen franquista.
Las páginas de este exhaustivo estudio detallan el modo en que sus líderes ejercían el mando; la violencia estructural que practicaba la organización ―que formaba parte de su ADN―; su populismo, al presentarse como auténtico y único representante del pueblo y plantear medidas «sociales» en medio de un panorama de desolación, hambre y privaciones; su voluntad de lograr la hegemonía sobre el resto de sectores franquistas (algo que jamás conseguirían); y su gran oportunismo político.
El mesianismo de los falangistas fue, en última instancia, su principal seña de identidad. Creían en su papel señero e imprescindible en tanto que proveedores de la única doctrina capaz de llevar a España a su plenitud, liderada por un jefe nacional, Francisco Franco, flanqueado por un José Luis de Arrese que acabaría arrogándose ni más ni menos que el papel de intérprete máximo del pensamiento del fundador del partido, José Antonio Primo de Rivera.
Este primer tomo de Radiaciones –título general que Jünger dio a los diarios escritos entre 1939 y 1948– abarca sus anotaciones comprendidas entre 1939 y 1943. En sus páginas, el escritor, oficial del ejército alemán, entomólogo y, sobre todo, infatigable observador de la naturaleza humana, registra desde la singular cotidianidad de las primeras escaramuzas bélicas hasta sus contactos con la intelectualidad parisina; desde sus lecturas y visitas a bibliotecas y museos a sus impresiones sobre escritores y artistas. Destacan en estos diarios su sombría reflexión acerca del destino humano y el dolor de tantos inocentes, así como su soterrado desprecio hacia los jerarcas nazis y la convicción de estar viviendo unos tiempos abocados al nihilismo y la destrucción total.
Compuesto por tres partes, la primera, «Jardines y carreteras», describe el avance alemán a través del territorio francés. En la segunda parte, «Primer diario de París», dedicado a la Ocupación, nos revela la vida cotidiana en un París agredido, que, sin embargo, sigue siendo alegre escenario de la vida bohemia, artística y mundana, donde pululan conocidos personajes que no vacilaron en codearse con el enemigo. El volumen se cierra con «Anotaciones del Cáucaso», las observaciones del autor sobre el frente oriental, convertido en un auténtico infierno de tinieblas.
Tres diarios componen este magnífico volumen, los titulados «Segundo diario de París», «Hojas de Kirchhorst» y «La cabaña en la viña (Años de ocupación)», que abarcan los años 1943 a 1948. En ellos Jünger cuenta, casi día a día, su experiencia de la ocupación alemana, que, todavía a principios de 1943, parecía encontrar en la vida cotidiana de París cierta plácida resignación. Hasta que, de pronto, se precipitaron los hechos que condujeron a la liberación de la capital francesa, el avance de los Aliados, las muertes de altos mandos alemanes, los bombardeos, incluido el de Dresde, el suicidio de Goebbels, la liberación de los campos de concentración, la persecución de los colaboracionistas y la capitulación, entre otros muchos sucesos que marcaron el fin de la contienda. A todo ello, el pensador alemán añade sus agudos comentarios sobre sus lecturas y sus investigaciones, sus dramas familiares e incluso sus sueños.
Tras el brutal golpe de Estado de 1936, la represión fue uno de los pilares fundamentales para que la dictadura franquista se mantuviera durante cuarenta años en el poder, y la Dirección General de Seguridad (DGS), situada en la Real Casa de Correos, en plena Puerta del Sol, el símbolo del terror impuesto.
Por los calabozos de la DGS pasaron miles de hombres y mujeres que fueron encarcelados, torturados y asesinados: Marcos Ana, Marcelino Camacho, Enrique Ruano, Nicolás Sartorius o el histórico dirigente comunista Julián Grimau, entre otros. A pesar de que la DGS se mantuvo activa hasta entrada la democracia, actualmente no queda vestigio alguno que rememore lo que allí sucedió. Hay placas en honor a los que lucharon el 2 de mayo de 1808, a las víctimas del atentado del 11M o a los muertos por la Covid-19, pero nada que recuerde a todos aquellos que padecieron la dictadura de Franco.