Pese a la autocomplacencia de muchos de sus cultivadores, no es un secreto para nadie que tanto la crítica de literatura y pensamiento como el llamado periodismo cultural están bajo mínimos, en parte por la precarización de los medios pero también o sobre todo por las evidentes carencias de las plumas que se limitan a ejercer como terminales de propaganda. En este panorama degradado sobresalen tanto más los autores que recogen el testigo de los grandes para combinar el conocimiento y la independencia de criterio, lejos de la corrección y los lugares comunes. Caracterizada como de costumbre por la variedad, la erudición y la ironía, la nueva recopilación de ensayos de Juan Bonilla se abre con una colección de ácidas y chispeantes notas, seguidas de aproximaciones a Unamuno, Kafka y Borges. Reflexiones sobre la fotografía, las humanidades y la ciudad completan un amenísimo volumen donde el jerezano derrocha originalidad, brillantez y frescura, cualidades que han convertido al narrador y poeta en un crítico y articulista ineludible. «Los libros son espejos: No puede un simio que se asoma a ellos esperar que quien salga reflejado sea un apóstol. Lo dijo Lichtenberg, y sin embargo… Quizá los grandes libros son precisamente los antiespejos: muestran a los simios que se asoman que en todos ellos hay algo de apóstol, y sobre todo les recuerdan a los apóstoles que van a contemplarse que al fondo de sus ojos sigue habitando un simio».
En 1940, en carta a una antigua alumna, Simone Weil escribe que Francia, «en un plazo bastante breve», había de conocer «una forma más o menos acentuada de racismo», y advierte: «Yo me contaré, en ese caso, entre los parias». Por esas mismas fechas, se había declarado deudora de «la tradición cristiana, francesa, helénica». Es en esta encrucijada en la que se topa con su condición de judía.
Disipando polémicas estériles, este libro aclara la posición de Simone Weil ante la «cuestión judía». ¿Cabe asimilar su duro juicio sobre la religión hebrea a alguna forma de antisemitismo? La respuesta no solo requiere situar sus textos más problemáticos en el preciso contexto histórico y político en el que fueron escritos. Exige, ante todo, leer esos textos a la luz del conjunto de su pensamiento, que apunta a una política espiritual capaz de articular lo sobrenatural y la acción pública. Solo yendo a las razones profundas de su filosofía sin eludir sus contradicciones es posible un ensayo de comprensión.
El historiador de la Ciencia Jean-Baptiste Fressoz propone una historia radicalmente nueva de las fuentes de energía. En lugar de presentarlas como etapas sucesivas, muestra cómo todas han ido superponiéndose sin llegar a sustituirse jamás. Carbón, petróleo, gas, nuclear, renovables? lejos de competir entre sí, se han desarrollado una tras otra y han crecido juntas, entrelazadas en un sistema complejo que dificulta cualquier transición real. Y, sin embargo, seguimos creyendo ?o queriendo creer? que el cambio está en marcha.
Fressoz analiza por qué la idea de «transición energética» se impuso como un relato tranquilizador, una futurología oficial que, desde los años setenta, sirve más para aplazar decisiones que para transformar el sistema. Esta historia nos obliga a repensar las dinámicas energéticas, la relación entre materia y política, y los obstáculos reales que enfrentamos en la lucha contra el cambio climático.
A finales del siglo IV a. C. Epicuro fundó una escuela filosófica del todo opuesta al idealismo platónico imperante. Desde una perspectiva mucho más empírica y natural, su doctrina reivindicó el papel de los sentidos (única fuente de sabiduría posible) y la búsqueda del placer para alcanzar la felicidad (único objetivo final). Este hedonismo, sin embargo, debía acompañarse de cierta ética, capaz de distinguir placeres buenos (o «naturales», como comer o dormir) y malos (o innecesarios y vanos, como beber sin sed o buscar la lujuria). De aquí la necesidad de la filosofía, cuya práctica defendió Epicuro durante toda la vida: «porque para alcanzar la salud del alma, nunca se es ni demasiado viejo ni demasiado joven».
En este libro, Lee McIntyre, profesor y académico con más de veinte años de experiencia en la investigación del negacionismo y el falseamiento de datos en la esfera pública, guía a los lectores a lo largo de la compleja (y a menudo oscura) historia de la desinformación como estrategia ideológica, mercadotécnica y política. Así, y sin perder jamás de vista el presente inmediato, el autor examina fenómenos recientes de importancia mayor, como el negacionismo de las vacunas (que tiene su origen en otros negacionismos médicos anteriores, tales como el de los perjuicios del tabaco) o la mentira estratégicamente empleada en las campañas políticas de Donald Trump, cuyas herramientas desinformativas vincula con las de las políticas soviéticas del siglo pasado.
A juicio de Thoreau, ningún gobierno, ni siquiera el democrático, está basado en la justicia, de modo que el ciudadano libre debe vivir de acuerdo con una ley superior; tiene el derecho y la obligación de retirar su apoyo al gobierno cuando este actúa de manera condenable, incluso si ello conlleva una pena: «Bajo un gobierno que encarcela a cualquiera de forma injusta, el lugar en el que debe hallarse al hombre justo es también la cárcel». Esta defensa de la conciencia privada e individual frente al gobierno de la mayoría, publicada por primera vez en 1849, recibió escasa atención en su día, pero en el siglo XX iba a ejercer una gran influencia en Tolstói, Gandhi y Martin Luther King, entre otros, así como en el movimiento por los derechos civiles en los Estados Unidos.
Séneca, uno de los máximos representantes del estoicismo, plantea en Sobre la felicidad algunas de las cuestiones centrales de esta doctrina como el ideal de la felicidad del ser humano. De los numerosos ensayos sobre filosofía estoica que escribió Séneca en forma de cartas y tratados, el presente volumen reúne algunos de los más influyentes en la tradición occidental. A un primer grupo pertenecen los redactados en la sexta década de nuestra era, cuando, tras la muerte de Claudio, Séneca ofició como uno de los principales gobernantes del Imperio romano. «Sobra la brevedad de la vida» y «Sobre la constancia del sabio» se fechan en el año 55; «Sobre la vida feliz», en el 58. A ese grupo le siguen tres cartas «Sobre la felicidad», «Sobre el temor a la muerte» y «Sobre la filosofía» que forman parte de las Epístolas morales a Lucilio, escritas entre los años 62 y 64, cuando Séneca debió marcharse al exilio para refugiarse de la tiranía de Nerón. Séneca plantea algunas cuestiones centrales de la ética antigua como el ideal humano y sabio, el hombre y su relación con la naturaleza, y como la relación del placer con la virtud y la felicidad, concepto de tanta importancia en nuestros días.
El presente trabajo está basado en un ensayo que resultó ganador del primer premio en el concurso de ensayos de la Fundación Caminos de la Libertad de México de 2024.
En una época en que las corrientes sociales promueven la exposición a ultranza, el pudor se revela como una protección de la intimidad y una ayuda para defenderse frente a la manipulación.
William Shakespeare es uno de los pilares fundamentales de la literatura universal. Pero ¿qué tiene su escritura para trascender más allá de los siglos?
En 1765, el gran crítico inglés Samuel Johnson abrió su edición de las obras de Shakespeare con este texto, un prefacio impecable que analiza cómo el autor capturó la esencia de la naturaleza humana, combinando tragedia y comedia, lo sublime y lo cotidiano, en un equilibrio único.
Atento a las implicaciones morales de las narrativas de Shakespeare, Johnson logró elevar el estatus de la propia literatura gracias a esta lectura esencial que nos recuerda por qué sus obras siguen siendo imprescindibles para entender nuestra propia humanidad.
Un libro ideal para adentrarse en la mente de uno de los mayores genios literarios de la historia.