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UNA IDEA DE FELICIDAD

Los momentos fulgurantes pueden anidar en cualquier parte, a cualquier hora y bajo cualquier circunstancia. Cuando se manifiestan, la alegría y el placer emergen de manera imprevista, y la realidad, por muy oscura que sea, resplandece durante un instante. La música, en sus polifacéticas formas, también es capaz de desencadenar episodios memorables y actuar como catalizador de sentimientos profundos. Puede elevar nuestro estado de ánimo, proporcionarnos una vía para expresar y procesar las emociones, hacer que fortalezcamos nuestras relaciones de pertenencia con el mundo que nos rodea y, entre otras muchas cosas, ofrecer experiencias que nos permitan establecer una conexión genuina con nuestro propio ser. Wanda Landowska vive uno de esos momentos fulgurantes interpretando a Scarlatti al clave, en medio de un estruendo de cañonazos antiaéreos. Erik Satie protagoniza otro trabajando en la composición de su nueva obra en un café cerca del cementerio de Montparnasse, mientras alterna cantidades industriales de cerveza con tragos de aguardiente. Albert Einstein, en su casa, cada una de las veces que come lentejas con salchichas o interpreta al violín música de su adorado Mozart. Marian Anderson, poniendo el cuerpo y la voz en cada una de sus actuaciones para transformar lo que Martin Luther King Jr. llama el último bastión del elitismo: la música clásica. Winnareta de Polignac, charlando sobre los Cuartetos de cuerda de Beethoven con Virginia Woolf en el salón que la escritora tiene en Londres, en el distrito de Bloomsbury. Imogen Holst, al darse cuenta de que, a través de la música, los habitantes de un pequeño pueblo del suroeste de Inglaterra dan rienda suelta a la necesidad innata de conectarse y expresarse emocionalmente con los demás. Glenn Gould, haciendo todo lo contrario, aislándose del mundo con su piano y su silla enclenque en una sala repleta de micrófonos. Y es que el pianista aseguraba: «mi idea de felicidad es pasar doscientos cincuenta días al año en un estudio de grabación».
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UNA ISLA A LA DERIVA

¿En qué momento se quebró el Reino Unido? ¿Cómo es posible que el imperio en el que nunca se ponía en sol haya acabado convertido en un lugar cada vez más aislado, fragmentado y desigual? ¿Cuánto ha contribuido el Brexit a profundizar grietas que llevan décadas abriéndose? ¿Por qué políticos sin escrúpulos como Boris Johnson o Liz Truss han sido capaces de acabar dirigiendo el país? Habitar en el Reino Unido le ha permitido a la periodista Ana Carbajosa identificar y palpar esas fisuras y las corrientes subterráneas que explican cómo el Reino Unido ha llegado hasta aquí y qué futuro le aguarda. La autora se embarca en un recorrido que empieza en Londres y sus centros de poder para después alejarse de esa burbuja tan fascinante y multicultural como poco representativa. El libro recorre el país de norte a sur y transita la decadencia playera de Blackpool, el pequeño Pakistán de Bradford y la campiña inglesa de los Cotswolds, para acabar su recorrido en Escocia e Irlanda del norte, los dos lugares que marcan el pulso de su inquietante inestabilidad. Esta obra es un ejemplo de un periodismo inteligente, en el que las personas se sitúan en el centro y que busca comprender la realidad más allá del titular y de la anécdota.
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UNA LECTURA DE KANT

En 1961 Foucault presenta la tesis complementaria para la obtención de su doctorado: la traducción al francés de la Antropología en sentido pragmático, de Kant, acompañada de una formidable y extensa introducción. Ese texto es la base de este libro. Una pieza que puede leerse -y de hecho así lo ha sido en general- en relación estrecha con Las palabras y las cosas, publicado pocos años más tarde, en 1966. En ambos hay una reflexión crítica sobre el sueño antropológico, sobre el humanismo moderno, sobre el estatuto de las ciencias humanas. Hay una línea, muy trabajada, que vincula a Foucault con Nietzsche, a través de Heidegger. Existe también otra genealogía, menos frecuentada pero igualmente productiva, que llega a Kant a través de Heidegger. En Una lectura de Kant, Foucault se apoya decisivamente en la lectura que Heidegger realiza del autor de La crítica de la razón pura. La tesis centra de Foucault, según la cual la modernidad, y por lo tanto el kantismo, es la época en la que el pensamiento piensa la finitud a partir de la finitud, suena como un eco de las expresiones de Heidegger. Pero Foucault va más allá, pues extiende esta tesis a la problemática general de las ciencias humanas. El interés de Una lectura de Kant reside, entonces, en situarse en el cruce de todos estos caminos. Es un punto de pasaje ineludible para comprender el desarrollo posterior de la obra foucaultiana, pero también un libro que renueva la forma de leer a Kant.
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