En este estudio de la humanidad moderna, Hannah Arendt reflexiona sobre la dimensión activa de los seres humanos, es decir, sobre su capacidad de intervenir en el mundo por medio del trabajo, la obra y la acción. Arendt analiza tanto las capacidades humanas cuya finalidad básica es atender a las necesidades de la vida como la sublimación de estas en otra más trascendental, la capacidad de ser libres, para considerar nuestra condición a través de nuestros más recientes temores y experiencias.
A la vez análisis histórico y propuesta política de amplio alcance filosófico, La condición humana no sólo es la clave de todas las obras de Hannah Arendt, sino también un texto básico para comprender hacia dónde se dirige la contemporaneidad.
El presente libro es un penetrante estudio sobre el estado de la humanidad en el mundo contemporáneo, contemplada desde el punto de vista de las acciones de que es capaz. Propone una consideración de la condición humana desde el ventajoso punto de vista de nuestros más recientes temores y experiencias. De ahí que lo que plantea sea muy sencillo: nada más que pensar en lo que hacemos.
La primera guerra judeo-romana de 66-73 d.C. fue una lucha que tuvo enormes consecuencias, no sólo para los judíos, sino para la civilización occidental en su conjunto. La conquista de Jerusalén fue una historia trepidante que pone de manifestó, tanto las complejidades del combate, como las maniobras políticas y los aspectos religiosos que influyeron en el resultado de la lucha militar Dando-Collins detalla el conflicto desde ambos lados de la campaña de siete años. Su examen de la revuelta se basa en numerosos descubrimientos arqueológicos y forenses realizados en los últimos años para iluminar a las personas y los acontecimientos como nunca antes habían sido vistos. Ninguno de los bandos sale indemne del conflicto. Ambos fueron heroicos y bárbaros a partes iguales. Al final, los luchadores por la libertad de los judíos perdieron la guerra y Jerusalén, su ciudad santa, el centro de la campaña de ambos bandos. Sin embargo, hoy Jerusalén vuelve a ser el corazón de la fe judía, mientras que, gracias al cristianismo, el Imperio Romano y sus dioses han desaparecido.