La relación entre capitalismo y democracia se ha vuelto problemática, pero ambos se necesitan mutuamente
Hace tres décadas, tras el colapso de la Unión Soviética, el capitalismo democrático occidental pareció triunfar definitivamente. Hoy, ese sistema atraviesa una crisis profunda. A izquierda y derecha proliferan las voces de quienes afirman que al capitalismo le iría mejor sin democracia, y la de quienes sostienen que la democracia estaría mejor sin capitalismo.
La democracia liberal está amenazada incluso en los países donde nació, Reino Unido y Estados Unidos, en medio de una ola populista global. Los modelos políticos autoritarios y los modelos económicos anticapitalistas siguen ganando popularidad.
¿Por qué ha sucedido esto? Y, sobre todo, ¿qué debemos hacer? Martin Wolf reflexiona sobre el precario equilibrio donde se asienta el binomio capitalismo-democracia.
La crítica del arte parece inseparable de los dictados del capitalismo y de la industria cultural. Todos los pretendidos o genuinos críticos de arte, que deberían buscar el debate y el fomento de la reflexión, se ven atados de pies y manos –a veces de manera más que voluntaria– a las exigencias del mercado si quieren mantener, e incluso promocionar, su estatus social y laboral. A la larga, no solo se desprestigia el arte y la propia crítica, sino que resulta imposible el fomento de la producción cultural y la formación o el disfrute del público. En esta coyuntura se presenta el dilema: ¿debería el crítico plegarse a las dinámicas económicas o convertirse en un kamikaze cultural condenado poco a poco al ostracismo?