Patricia Evangelista cumplió la mayoría de edad después de una revolución callejera en Manila que forjó un nuevo futuro para Filipinas. Tres décadas después ha escrito esta crónica nudosa y necesaria sobre la guerra contra las drogas en el país.
Meticulosamente documentada y profundamente humana, la autora escribe sobre una nación que descubrió la fragilidad de sus instituciones democráticas bajo el régimen de Rodrigo Duterte. El resultado es una brillante disección de la gramática de la violencia y una investigación fundamental sobre los impulsos humanos enriquecida con su prosa única, corrosiva y temeraria: «Mi trabajo es ir a lugares donde la gente muere. Hago la maleta, hablo con los supervivientes, escribo sus historias y luego vuelvo a casa y espero la próxima catástrofe. Nunca tengo que esperar demasiado».
Con el arrojo característico de los mejores periodistas, Evangelista ha convertido una infancia marcada por la revolución en un testimonio ditirámbico, valioso y valiente, un puñetazo en el estómago, un tour de force del periodismo literario, una crónica bárbara e imprescindible y, por encima de todo, un ensayo colosal.
Según Arendt, el desarrollo del mundo moderno se ha visto acompañado de una crisis de la autoridad, una crisis constante y cada vez más amplia y profunda. Y esta crisis, evidente desde principios del siglo XX, sería de origen y naturaleza política. Así, el auge de los movimientos totalitarios se produjo en el contexto de un colapso de todas las autoridades tradicionales, pero este colapso no fue resultado directo de los propios movimientos totalitarios; más bien se diría que el totalitarismo era el mejor preparado para aprovechar una atmósfera política y social en la que el sistema de partidos había perdido su prestigio y la validez de la autoridad misma fue cuestionada de forma radical.
Ante la emergencia ambiental, la naturaleza está de moda y, convertida ya en eslogan, corre el riesgo de convertirse en un artificio más. Por tanto, es necesario repensar radicalmente el concepto de naturaleza, confrontando la inteligencia de los Antiguos, en particular la de Aristóteles, con los desafíos posmodernos. ¿Es el hombre, ante la pluralidad de sus culturas, un ser natural? ¿Cómo se articulan naturaleza y libertad, o naturaleza y tecnología? ¿Por qué la colorida multitud de los seres humanos nos recuerda nuestra vocación de constructores de arcas?
Este breve ensayo analiza el biocentrismo romántico y el antropocentrismo desviado, y proporciona los elementos de una ecología verdaderamente integral.