Madrid fue para Azaña, en sus años de estudiante en El Escorial, unas luces lejanas que le atraían por su misterio. Después, viviendo ya en Madrid, la ciudad fue el escenario de sus largos paseos solitarios. En sus artículos de juventud veía Madrid como un poblachón sin vitalidad ni entusiasmo. Pero pronto, cuando empieza su actividad política, se plantea la necesidad de "pensar Madrid": la república necesita una capital a la altura de sus ideales. En su mente se abre paso la idea del Gran Madrid, que muy pronto la guerra hará imposible. Pero antes ha disfrutado de su Madrid preferido: el de los montes de El Pardo, el de la Quinta, el de los pueblos próximos -El Escorial, Guadarrama, Villalba, Manzanares el Real...-. Cuando estalla la guerra y el gobierno se traslada a Valencia y luego a Barcelona, Azaña hará un único viaje a Madrid, que él sabía, probablemente, que era el último; pronuncia entonces uno de sus más bellos discursos sobre la capital, a la que llama ejemplo de dignidad, de sacrificio y de esperanza.
El cuerpo de un rico hombre de negocios de mediana edad es encontrado en su lujosa villa de Praga. De entrada todo apunta a un suicidio, pero su joven viuda niega tal posibilidad. El policía encargado de la investigación sigue una pista que le lleva a una casa en la colina de Petrin, donde viven tres mujeres ancianas: una instructora de yoga, una directora de cine y una profesora de escritura creativa. Un día en que las tres mujeres han salido, el policía husmea en el sótano de la casa y encuentra un vasto archivo con documentos de la Segunda Guerra Mundial. ¿Qué relación tiene el posible asesinato del hombre de negocios con las tres mujeres y esos documentos, la mayoría de ellos sobre casos de violaciones y abusos? Escrita como una novela negra, este libro es una apasionada denuncia de toda forma de violencia contra las mujeres, en cualquier lugar y en cualquier momento.