Esta nueva obra de Esteban Mira Caballos desmonta el viejo tópico que sostenía que la presencia de indígenas americanos en el Viejo Mundo se limitó a un puñado de ellos que trajeron algunos descubridores, como Cristóbal Colón, pero la realidad es que hubo un tráfico de indígenas con destino a los mercados esclavistas europeos. Hasta mediados del siglo XVI entraron a través del puerto de Sevilla y, en la segunda mitad de la centuria, por Lisboa.
Otros muchos llegaron voluntariamente: unos, para conocer los secretos de la tierra -como un turista del siglo XXI- y, otros, para solicitar sus derechos, acudiendo personalmente a la corte para entrevistarse con el soberano. Lo mismo reclamaban tierras de sus antepasados, que privilegios -como escudo de armas, o el derecho a portar armas o a usar caballos--.
Los escritos publicados y los discursos pronunciados por Max Weber en los últimos meses de 1918 y en los primeros de 1919 sobre el futuro de Alemania que se incluyen en este volumen muestran que él no consideraba imposible la creación de un Estado republicano presidencialista, federal y democrático para una Alemania que incluyera al máximo número de alemanes, es decir, que incluyera a los alemanes austríacos, y que no girara ya, en cuanto a la organización del poder estatal, en torno a la hegemonía de Prusia en el Estado, que es lo que había ocurrido en el Deutsches Reich desde su creación en 1871 hasta 1918.
Los juicios de brujas nos parecen hoy arcaicos y descabellados, el mal recuerdo de una era oscurantista. Sin embargo, escuchamos con frecuencia hablar de «caza de brujas» en los medios de comunicación, y nos resulta demasiado familiar la misoginia que provocó aquellas persecuciones.
La profesora Marion Gibson toma como punto de partida trece célebres juicios a lo largo de siete siglos en Europa, África y Estados Unidos, para explorar los orígenes de esta práctica y contar una historia global de la brujería y de la caza de brujas. Indaga también en la vida de algunas «brujas», entre ellas Helena Scheuberin, Anny Sampson y Joan Wright, cuyas historias se han visto eclipsadas por las de aquellos hombres poderosos que las persiguieron, como el rey Jacobo I y el «inquisidor general» Matthew Hopkins.