Un busto de Adriano, con atuendo militar, expoliado en Santaella (Córdoba), y la intervención arqueológica en el lugar del expolio, son los motores de El militar y la hiedra. La obra explora la relación del mundo militar romano, y del emperador de origen bético en particular, con Dioniso y su emblema, la hiedra, planta sacra en la mitología de este dios luminoso y sombrío. El inédito Adriano de Santaella lleva una hoja de hiedra colgada en el peto de su coraza: detalle novedoso en la retratística imperial romana. ¿Elemento decorativo o testimonio de la relación de Adriano, emperador filoheleno y curioso de todo hermetismo, con el culto mistérico de Dioniso? La autora trata de responder a este interrogante, y para ello examina la presencia simbólica de la hiedra en diversos contextos, especialmente el militar. Ilustra la cuestión con una abundante y bella iconografía, apoyada por testimonios arqueológicos, epigráficos, textos de autores clásicos y literatura mitográfica.
En el año 2000, se celebró en Camp David una cumbre entre el presidente estadounidense Bill Clinton, el líder de la OLP Yasir Arafat y el primer ministro israelí Ehud Barak, para dar un gran impulso al proceso de pacificación del conflicto palestino-israelí. Shlomo Ben Ami, entonces ministro de Asuntos Exteriores de Israel y una figura relevante en aquella cumbre, realiza una crónica pormenorizada no solo de aquel acuerdo fallido, sino de todos los posteriores intentos de resolver dicho conflicto, que llegan hasta la actualidad.
El resultado es Profetas sin honor, que, además de un libro que recorre la historia política de Oriente Próximo durante todo el siglo XXI, también es un profundo y ecuánime análisis de las razones por las que todas las iniciativas de diálogo han acabado en fracasos por ambas partes.
En el último cuarto del siglo XX, las sociedades europeas experimentaron cambios económicos, políticos, sociales y culturales de primera magnitud, que obligaron a todos los actores políticos a redefinir sus proyectos y sus actuaciones. Particular relevancia adquirieron las dos crisis económicas de los años setenta, que facilitaron el inicio de la denominada «revolución conservadora», también favorecida por el agotamiento de la ola izquierdista del «largo 68» y, posteriormente, la crisis y el derrumbe del bloque soviético.
En ese marco, la posición de las formaciones políticas conservadoras se reforzó en toda Europa, aunque con diferencias, en algunos casos notables, entre los diversos países.