La fonología de las lenguas del mundo ofrece una descripción de los sistemas fonológicos de las lenguas del mundo, tanto de las orales como de las signadas. Se pretende familiarizar al lector sin conocimientos previos en fonología con las unidades, las características y los fenómenos fonológicos más relevantes de las lenguas naturales. Su lectura permitirá comprender los límites de la variación fonológica y extraer conclusiones sobre las propiedades y las tendencias fonológicas más extendidas en las lenguas del mundo. Por primera vez se recoge en una obra escrita en español toda esta información fonológica y tipológica.
En este libro se describen las unidades que conforman los sistemas fonológicos, las principales propiedades suprasegmentales del lenguaje y los fenómenos fonológicos más comunes que pueden afectarles mediante una aproximación comparada y tipológica.
Si bien pensamos en Voltaire como el arquetipo de la Ilustración, pocos saben que en su época también fue la figura más famosa y controvertida de Europa. A lo largo de su vida, sus obras y opiniones le granjearon un sinnúmero de críticos, adversarios y censores por desafiar, sobre todo, a los dos poderes fácticos de su tiempo: la Iglesia católica y la monarquía.Sus exilios y estancias en otros países lo pusieron en contacto con algunas de las personalidades e ideas más progresistas de la época; fue Voltaire quien introdujo los escritos de Isaac Newton y John Locke a Francia. Su desaprobación a la tortura, la guerra, la persecución religiosa y la monarquía absoluta, así como su defensa de la igualdad, el progreso y la libertad, tanto de culto como de expresión, allanaron el camino para las ideas que instigarían la Revolución francesa en 1789 e inspiraron a grandes intelectuales estadounidenses, como Benjamin Franklin y Thomas Jefferson.
El hombre es un ser temporal, pero participa de la eternidad y es constantemente educado por ella. Los discursos reunidos en este volumen meditan sobre algunas de las principales enseñanzas que lo eterno -o sea, el bien- imparte al hombre. Estas enseñanzas han de ser creídas, pues lo eterno no se deja atrapar en las redes del entendimiento humano. Dicho con la maravillosa imagen empleada aquí por Kierkegaard: El bien enseña al que se esfuerza, le ayuda, pero sólo como lo hace la madre amorosa cuando enseña al niño a andar solo: la madre está a una distancia tal que en realidad no puede cogerlo, pero tan pronto como este se tambalea, ella se inclina rápidamente como si lo fuera a agarrar.