En el mundo globalizado de hoy la histórica apelación a la «lucha por el derecho» se conjuga como lucha por los derechos. Una innegable necesidad de derechos se manifiesta por doquier, desafiando cualquier forma de represión. Ya no son solo derechos que extraen su fuerza de una formalización o de un reconocimiento desde lo alto, sino derechos que germinan en la materialidad de las situaciones fuera de los ámbitos institucionales acostumbrados, en lugares de todo el mundo que son «ocupados» por hombres y mujeres que reclaman el respeto por su dignidad y por su misma humanidad.
Esta nueva llamada a los derechos fundamentales supone una mutación en la naturaleza de la ciudadanía. Nuevas modalidades de acción y nuevos actores se contraponen a la supuesta ley natural del mercado y a su pretensión de incorporar y definir las condiciones para el reconocimiento de los derechos. El «derecho a tener derechos» construye así un modo distinto de entender el universalismo, haciendo hablar el mismo lenguaje a personas alejadas entre sí y poniendo en marcha una revolución de los bienes comunes.
Robert Darnton analiza el comercio de libros en los años previos a la Revolución francesa. Su estudio atraviesa diversos temas, como las prácticas editoriales de la época, los canales de venta y distribución, el papel de los vendedores de libros y la demanda literaria. El hilo conductor es un vendedor de libros de la época, Jean-François Favarger, quien realizó un viaje de cinco meses a través de toda Francia, analizando y comentando los acontecimientos del mundo del libro que presenciaba, los cuales plasmaba en un diario. De manera paralela, Darnton disecciona las implicaciones del negocio y la literatura en la formación de la cultura francesa, el papel de los libreros y vendedores como intermediarios entre el texto y el lector y los libros más populares de la época.
Desde muy joven, Blondel recogía notas personales a modo de diario. Muchas de ellas se perdieron, siendo la primera que se conserva de 1881, cuando apenas contaba 19 años. Valor especial tienen los cuadernos que escribió desde el 24 de noviembre de 1883 hasta el 6 de noviembre de 1894, con 33 años recién cumplidos.
En estos cuadernos íntimos se levanta acta de una sociedad con la que el joven Blondel desea dialogar para superar malentendidos y buscar la verdad compartida. Pero sobre todo el lector va a conocer de primera mano una vida haciéndose, donde las circunstancias y los sentimientos personales, las creencias y las lecturas, las certezas filosóficas, los interrogantes y los hallazgos reflejan la complejidad de su personalidad y descubren las bases donde se asienta La acción (1893), obra que revolucionó el panorama de la filosofía francesa e influyó en la occidental a lo largo del siglo XX.
Nada tan prodigioso como asistir al nacimiento de un intento coherente de comprender el mundo, preguntarse por la propia existencia y relacionarse con Dios. Porque no otra cosa son estas páginas, donde la brillantez del intelectual se encarna en mil detalles que conforman una vida. De hecho, ninguna teoría que se precie puede desligarse de su creador sin quitarle, hasta vulgarizarla, ese hálito de vida que la hace única, palpitante y fecunda para las futuras generaciones de lectores.