Presentamos un recorrido de más de mil quinientos años de historia de la pintura en Japón a través del análisis de sus obras más representativas con la explicación de los principales artistas, estilos y movimientos culturales: un viaje visual desde las primeras expresiones pictóricas en los antiguos túmulos funerarios a la pintura nihonga formulada tras la Restauración Meiji a finales del siglo xix, pasando por los estilos yamatoe, suibokuga, Kano, Rinpa, ukiyoe, etc.
La guía definitiva para comprender la esencia de la pintura japonesa.
Jean Tulard, que ha dedicado cerca de medio siglo a la investigación de la historia de Napoleón y de su época, ha sintetizado su labor en esta magistral biografía del Emperador, considerada ya como un clásico.
Combina dos enfoques. Por una parte, una narración ágil, clara y estimulante, pensada para el lector habitual de una biografía literaria. Pero cuenta además con unos complementos que la enriquecen con todo el caudal de la erudición; y por un apartado de “debates abiertos”, que los investigadores mantienen sobre algunos puntos de la vida y la actuación de Napoleón.
Cuando pensamos en los escitas imaginamos un pueblo nómada y bárbaro. En realidad, en su apogeo, los escitas fundaron el primer gran imperio del mundo, que abarcó desde Mongolia y el noreste de China al noroeste de Irán y el Danubio, y que por el sur llegó hasta el mar de Arabia. Su influencia fue decisiva en el surgimiento de la edad clásica en civilizaciones de toda Eurasia, desde el mar Negro hasta China.
En El Imperio escita, el prestigioso historiador Christopher I. Beckwith nos descubre, recurriendo a multitud de fuentes, la historia de este imperio hasta ahora ignorado. Tanto a través de su influencia directa como gracias a la obra de sus sucesores —entre los que se cuentan los imperios persa e indio y los Qin en China—, los escitas y su imperio modelaron el mundo antiguo de una forma sin parangón hasta entonces, en ámbitos tan variados como el armamento, la vestimenta o el gobierno. Inventores del monoteísmo, su impronta es también patente en la religión y la filosofía, con figuras de talla universal como Zoroastro, Buda y Lao-Tse, todos ellos de herencia escita.