«¿Cuántos libros existen que hablen sobre los libros y las librerías? Algunos son realmente fantásticos, sin embargo, qué pocos son los libreros que se han atrevido a convertirse en narradores de su propia experiencia. ¿Qué historia contarían? Esta, que es la mía, es una descripción del paisaje narrado desde el ojo del huracán: una historia de las librerías, un recorrido personal que sin la literatura sería incomprensible».
Esta obra, íntima a la par que universal, arroja luz sobre cómo estos objetos extraordinarios han cambiado a la humanidad y a cada uno de nosotros. Así, la autora nos propone un viaje que empieza en las imágenes de las cuevas prehistóricas y las tablillas de arcilla, que pasa por la biblioteca de Alejandría y llega hasta el presente.
Esta es una poderosa obra de historia, ensayo, testimonio y polémica que remonta nuestra crisis planetaria contemporánea al descubrimiento del Nuevo Mundo y la ruta marítima hacia el océano Índico. En La maldición de la nuez moscada, Amitav Ghosh sostiene que la dinámica del cambio climático actual hunde sus raíces en un orden geopolítico secular construido por el colonialismo occidental. En el centro de su narración está la hoy omnipresente nuez moscada. La historia de esta especia es una historia de conquista y explotación, tanto de la vida humana como del entorno natural, que es una perfecta parábola de nuestra crisis medioambiental, revelando el modo en que la historia humana siempre ha estado enredada con materiales terrestres como las especias, el té, la caña de azúcar, el opio o los combustibles fósiles. Nuestra crisis es el resultado de una visión mecanicista de la Tierra, en la que la naturaleza solo existe como un recurso para que los humanos la utilicemos para nuestros propios fines, en lugar de una fuerza propia, llena de poder y significado. Con la pandemia mundial y las protestas de Black Lives Matter como telón de fondo, Ghosh conecta nuestro pasado colonial común con la profunda desigualdad que vemos hoy a nuestro alrededor.
A lo largo de la historia, el pasado ha sido utilizado —y (re)escrito— como arma política para justificar toda una serie de discursos ideológicos que manipulan y resignifican nuestros espacios: hablamos de las evidencias físicas, desde los monumentos conmemorativos hasta los vestigios que podemos rastrear en las ciudades a través de su arquitectura y urbanismo. Estos demuestran la existencia no solo de acontecimientos del pasado, sino de formas de pensar, valores que han desaparecido o movimientos sociales que dejaron su huella en el espacio público y que se filtran gota a gota en el presente.
Cuando nuestras ciudades se remodelan en base a fantasías sobre lo que ocurrió, cuando los monumentos mienten sobre quién merece nuestro reconocimiento, o cuando directamente se destruyen, el registro histórico está siendo adulterado. Del mismo modo, cuando se nos dice que ciertos estilos arquitectónicos son ajenos a nuestras ciudades, cuando las decisiones que se toman sobre nuestro entorno no tienen ningún tipo de fundamento histórico, o cuando se privatiza el espacio público, estamos siendo manipulados. ¿Qué nos queda si ya no podemos confiar en el mundo tangible que nos rodea para decirnos la verdad?