Enero de 1946. Tras diez años de ausencia, Hilde Spiel regresa a su Viena natal como corresponsal de guerra de la revista británica New Statement. Vuelve a un Estado devastado por la guerra, ocupado igual que Berlín por las cuatro potencias vencedoras en la II Guerra Mundial. Extranjera en su tierra, y a la vez profundamente vienesa en su mirada, Spiel asiste a los esfuerzos de reconstruir un país nuevo y de olvidar la complicidad de muchos austriacos con el nazismo. Austria año cero, este podría ser el título de estas memorias personales, en las que Hilde Spiel, con su uniforme del Ejército británico, recorre las calles de su ciudad natal en busca de las huellas del pasado en un presente cambiante e incierto. Su estilo elegante y ágil convierte esta visita a las ruinas del viejo Imperio austrohúngaro en un viaje apasionante y evocador.
Según una de las citas más repetidas en las guías turísticas de Belgrado, atribuida al gran arquitecto Le Corbusier, Belgrado es «la ciudad más fea en el lugar más bonito». Miguel Roán, el autor de esta guía personal e intimista de la Ciudad Blanca, no solo desmiente que Le Corbusier dijese tal cosa, sino que nos descubre una de las ciudades más vitales y vibrantes de Europa. Por las páginas de este libro desfilan los lugares, escenas y personajes más característicos de Belgrado, la capital mundial del brutalismo, con construcciones tan emblemáticas como la Puerta del Oeste, el edificio Toblerone o el hotel Yugoslavia. Una ciudad donde las formas sólidas y contundentes albergan vida y el hormigón convive con la naturaleza, con sus ríos y parques, sus bares flotantes, los splavs, y sus kafanas, donde descansar, escuchar música, empaparse de sus olores y su ritmo casi frenético. Belgrado es una ciudad marcada por la historia, por su ubicación entre el Este y el Oeste, por su condición de ciudad fronteriza entre culturas y civilizaciones.
Francesco Petrarca es una de las cumbres de la cultura occidental. Su legado intelectual, inmenso en su tiempo, supuso el origen de lo que todavía hoy entendemos por Humanismo. Pero, además de un gran filólogo y estudioso incansable de los clásicos, Petrarca fue también un hombre apasionado por la política de su tiempo, un católico devoto en constante reflexión sobre la virtud propia y ajena, un aspirante a filósofo cristiano —Platón, Séneca y san Agustín fueron sus grandes maestros— y, cómo olvidarlo, un poeta único, cuya huella en la literatura europea perduró durante siglos y aún hoy nos cautiva y condiciona.
Este libro recorre los avatares y las máscaras de esa figura, su trayectoria intelectual y las paradojas de su posteridad a partir de cuatro espléndidos y sabios textos de Francisco Rico, miembro de la Real Academia Española desde 1987 y el más insigne petrarquista de nuestro tiempo.