En 1877, Henry Spencer Ashbee, famoso coleccionista inglés de ediciones de El Quijote pero también de obras eróticas en todos los idiomas, se refería a España como un «país desafortunado» en el campo de la producción erótica impresa. La erótica publicada en castellano y en catalán en los siglos XIX y XX, poco o nada presente en las grandes colecciones públicas europeas y muy poco en las colecciones privadas, sigue siendo la gran desconocida de las bibliografías y estudios especializados. Sin embargo, la producción erótico-pornográfica existió en España desde comienzos del siglo XIX y fue bastante más variada y extensa de lo que, por mero desconocimiento, se pensó en un primer momento tanto dentro como fuera del país. Diez años después de una primera tentativa publicada bajo el título de Un infierno español (Madrid, 2011), presentamos esta nueva versión, notablemente corregida y aumentada, de nuestra bibliografía erótica. Con este actualizado inventario de las publicaciones eróticas clandestinas españolas (casi quinientos títulos en sus diversas ediciones, consultadas directamente siempre que ha sido posible) queremos reconstruir lo que pudiera haber sido el «Infierno español», o al menos parte de él, de haberse conservado todas ellas en alguna biblioteca, como ha ocurrido en otros países.
Cuando solo tenía once años perdí a mi madre. Eso me convirtió en una mujer rebelde e independiente siendo todavía una niña, y me tocó enfrentarme a cosas a las que nadie debería afrontar a esa edad. Mi infancia fue difícil, pero también viví una emocionante y trepidante juventud.
Empecé a trabajar en la radio, donde conocí a José Manuel Parada. Nos enamoramos y nos mudamos a una Barcelona moderna, que vivía unos años convulsos pero que era la puerta a Europa. Estaba llena de artistas y gente con nuevas ideas, diferente a la que yo había conocido en Madrid y en Galicia cuando era una niña y una adolescente. Allí comencé a trabajar en la prensa del corazón, de la que me enamoré y sigo estando muy orgullosa. Durante aquellos años setenta, experimenté y aprendí a vivir en libertad, a pesar de que la dictadura franquista todavía no había terminado. Fue en esa época cuando descubrí que podía amar a quien yo quisiera, independientemente de su género.
En un curioso giro del destino, me enamoré de la persona más insospechada. Ahora estamos casadas y llevamos más de treinta años juntas. He entrevistado a importantes artistas que luego se han convertido en amigos, como Bárbara Rey, Borja Thyssen, Carmen Cervera, Isabel Pantoja y un largo etcétera. Con mi salto a la televisión, mi popularidad creció. He vivido muchas cosas, pero no fue hasta que participé en el reality Supervivientes durante once semanas que conseguí reconciliarme conmigo, con mi historia y con los demás bajo una preciosa noche estrellada.
Fernando de Lapi podría haber formado parte de la Generación del 27. Tan solo necesitaba un poco más de suerte, un poco más de osadía y, quizá un poco más de talento como poeta. Ahora, en el gris Madrid de la posguerra, se refugia en la seguridad de su cargo en el Banco de España y, sobre todo, en el amor de María Luisa, su esposa y confidente. Fernando tiene un apasionante pasado personal que contarle, con sus contactos con Unamuno, Jorge Guillén, Picasso, Gerardo Diego, García Lorca, Gómez de la Serna y un largo etcétera. Pero también, mientras desgrana sus memorias, se convierte en el excelente cronista de la historia de la España reciente, que va transcribiendo su mujer, mientras el matrimonio va entrando en una fase de intimidad.