Cuna de un poderoso imperio en la antigüedad, Etiopía es uno de los países más singulares de África. El único que resistió al colonialismo; la Tierra Prometida de los rastafaris; fallida nación socialista; tierra de hambrunas, cruentas rebeliones y hoteles de lujo… Sobre esos contrastes despliega Olavarría su mirada, tan alejada de lo políticamente correcto como del turismo de postal. Una crónica sin concesiones de un viaje doble: hacia un país al filo de la guerra civil y hacia los orígenes de un viajero que partió un día de la Plaza Etiopía en México. Y en ese periplo de una periferia radica su honestidad.
“¿Por qué es imposible que los filósofos de hoy en día no puedan escribir, al menos en parte, como hablan? ¿Son necesarias estas palabras tan terriblemente artificiales? ¿No se puede decir lo mismo de una forma más natural y humana? ¿Debe ser insoportable un libro para que sea de filosofía?”.
Siguiendo la estela de estas palabras que Friedrich W. J. Shelling dejó escritas hace más de doscientos años, Günther Anders centró buena parte de su obra en la reflexión sobre el lenguaje y el estilo filosóficos. Su búsqueda de un tono directo, lo menos “deformado” posible, que beba del mismo lenguaje cotidiano sin que por ello pierda precisión y claridad, lo opuso a la forma estilísticamente esotérica habitual dentro de su propio gremio: “Porque no hay ningún grupo que escriba en bloque de forma tan deplorable como ellos, y su tono de mezcla de cátedra sagrada, de mística y olor a moho, de exaltación y cuero es apenas soportable al oído del amante de la verdad”.
De todo ello trata, con ironía y a veces con amargura, pero con implacable lucidez, el texto que aquí presentamos, “Sobre el esoterismo del lenguaje filosófico”, hasta la fecha la única versión completa y corregida que existe en castellano.
En octubre de 1936 Samuel L. Shneiderman llega a España como corresponsal de guerra de dos publicaciones, una en yidis, Hajnt, y otra en polaco, Nasz Przegląd. Durante un año va a recorrer buena parte de España informando sobre el desarrollo de la contienda y entrevistando a personalidades de la República Española, pero, sobre todo, fijará su mirada en la vida de la gente normal atrapada por el brutal conflicto, en sus miedos, cansancio y preocupaciones.
Shneiderman es considerado el primer corresponsal de guerra judío. Sus reportajes de la guerra civil española, escritos en yidis, llegaban a cientos de miles de lectores judíos a lo largo y ancho de Europa y América, convirtiéndose así en una de sus principales fuentes de información sobre unos acontecimientos que la comunidad judía seguía con vivo interés.