La relación socrática entre maestro y discípulo ha dejado una huella imborrable en la forma occidental de entender la enseñanza, tanto la estrictamente instructiva de ciertos conocimientos como, allí donde se apunta a una concepción integral de la educación, la más ambiciosa que aspira a formar la moral de los más jóvenes, transmitir valores e incluso reglas y principios de actuación política. Sin embargo, esta huella envuelve cierto misterio que insta a volver una y otra vez a los textos platónicos a fin de esclarecerlos, pero con el resultado, pretendido o no, de que de nuevo nos asombran. Así se hace en este libro, de la mano de notables especialistas, que recorren los pasos de Sócrates en diálogos como el Ion, el Laques, el Gorgias, el Protágoras, el Fedón, el Crátilo o el Teeteto. Pese a lo lejanas que puedan quedar en el tiempo, las enseñanzas de Platón, talladas en la voz de Sócrates, son todavía de utilidad en nuestras aulas, más que nunca necesitadas de figuras que sirvan de orientación y de guía.
La meditación, el karma, el zen, el tantra y el nirvana son algunas de las muchas ideas budistas que escuchan los occidentales con frecuencia, incluso si se han perdido sus significados en la traducción. Esta religión no teísta vasta y compleja forma parte del tejido de las civilizaciones asiáticas, desde la India hasta las regiones del Himalaya, a China, Vietnam, Corea, Japón y a todas partes. ¿De qué trata realmente el budismo? Buda, una guía ilustrada, describe la vida y las enseñanzas de Buda, pero también muestra que la iluminación es una cuestión de experimentar la verdad de forma individual, y por la inspiración que se pasa desde el maestro al discípulo. Ilustrada de forma magnífica por Borin Van Loon, el libro ilumina el proceso a través de un rico legado de historias, explicaciones de las prácticas de la meditación, del taoísmo y del zen, y continúa describiendo el papel del budismo en la Asia moderna y su influencia cada vez mayor en el pensamiento occidental.
¿Debemos creer a ciegas, como única verdad, en la visión del mundo y de la vida como una historia de final feliz? Esta rosácea pintura ha sido y es tenazmente defendida por el humanismo optimista que profesan los teóricos del progreso, el teísmo occidental y el pensamiento políticamente correcto de los gobiernos, que no suelen parase en barras, dicho sea de paso, a la hora de homologar al suicida con el demente y con el homicida. En su meditación, dirigida a todo hombre, sobre el dolor del mundo, el suicidio y la voluntad de vivir, Schopenhauer pretende mostrarnos, enarbolando la bandera de un humanismo pesimista, otras verdades más hondas, aunque más inquietantes, sobre nuestra naturaleza que han impresionado seriamente a figuras tan relevantes de nuestro siglo como Tolstói, Freud, Wittgenstein, Horkheimer, Thomas Mann y Charles Chaplin.